Siguen los cantos de las sirenas – Fabio José Saavedra Corredor – #Columnista7días

La noche anterior Evaristo se durmió con el estómago  vacío, después de leer por tercera vez la oración de la selva. Le fascinaba perderse en ese paraíso encantado de la literatura de Rivera, donde los seres disfrutaban una vida primitiva en medio de la dinámica armónica de la naturaleza, que siempre estaba en construcción permanente.

Los ojos del escritor se negaban a seguir leyendo y sus párpados cansados se cerraron arrullados por los murmullos de su estómago reclamando alimento. Despacio, se acomodó entre las cobijas pensando que cada día era diferente y que todos cargaban su propio afán. Sobre el escritorio quedo abierto el cuaderno de notas, como si fuera el cuidador de sus sueños, con el lápiz dispuesto, como la lanza del Ingenioso Hidalgo y resuelto a solucionar entuertos.

En las hojas abiertas se podía leer la más reciente anotación “última ilusión vendida a la cultura por los promeseros eternos”, debajo se leía una nota escrita en rojo, “decreto 561 del 15 de abril 2020”. Su lectura favorita endulzada con la ilusión del decreto le permitieron conciliar el sueño.

Esa mañana los tibios rayos del sol acariciaron el rostro de Evaristo, invitándolo a iniciar el día, él pensó que gracias a la vida, el sol y el aire no eran todavía servicios públicos para pagar mensualmente, y envuelto en sus divagaciones se alistó para ir temprano a la Secretaría de Cultura, a inscribirse como posible beneficiario del bono solidario de $480.000, pagaderos en tres cuotas mensuales de $160.000 y destinados a los trabajadores de la cultura en condiciones de vulnerabilidad.

La funcionaria pública encargada de inscribirlos a la ilusión monetaria, era una hermosa morena con sonrisa amable, que parecía sincera, ella le aseguró que máximo en tres semanas lo notificarían para reclamar la primera cuota.

En la tarde regresó a su casa con los pasos cansados y dispuesto a leer nuevamente la oración de la selva, comer un mendrugo de pan y pasarlo con un café medido con gotero. Hoy, después de esa tarde, han pasado 140 días, algo así, como tres cuarentenas, y la promesa de la morena se diluyó en el recuerdo de una sonrisa amable, igual a la belleza fosforescente de una medusa en el océano promesero, o al canto de las sirenas en la Odisea.

Entonces el escritor se sintió igual a un viajero perdido en el desierto de la corrupción, donde sus esperanzas no eran más que espejismos, y mientras tanto, en el oasis de los corruptos, se hartaban en banquetes opulentos, animados por una orquesta entonando el coro de una melodía mentirosa:

¿La cultura quiere pan?
ilusiones, promesas y mentiras
son el pan diario para ellos.
¡Para que alimenten sus sueños!