Los influenciadores, el bum de la virtualidad, pero cuidado que no todo lo que brilla es oro – José Ricardo Bautista Pamplona – #Columnista7días

Si antes de la pandemia la palabra influenciador se había vuelto afín a las actividades del marketing digital, ahora cuando lo virtual tomó tanta fuerza este vocablo tiene aún más relevancia.

Hoy escuchamos a diario hablar de las estrategias digitales, conocidas también como las campañas publicitarias efectuadas por los apodados youtubers, instagramers o influencers que están asociados a los mecanismos del mercadeo en las redes de productos, artistas, empresas y cualquier otra clase de oferta.

El número de seguidores y los “me gusta” son determinantes a la hora de analizar el perfil de una persona para indagar cuantos cientos o miles siguen sus publicaciones y cuantas audiencias logra captar por cada una de las divulgaciones hechas.

A muchos se les ve posando con algunas posturas insinuantes que atrapan rápidamente la atención del que navega por las redes, sin saber que en menos de segundos quedará aprisionado en los contenidos de uno de estos influenciadores que se dan mañas para llamar la atención utilizando novedosas estrategias y lo que sea como carnada.

Buena ropa, costosas marcas, gafas y relojes de última gama y en general exóticos accesorios, que por lo general y según dicen les son proporcionados por las empresas que acuden a ellos en busca de seguidores, distinguen a un influenciador o youtuber de cualquier simple mortal que abre una cuenta para hacer visible su actividad, negocio o su ego. Otros utilizan lenguajes desafiantes e irreverentes porque según opinan los jóvenes en las encuestas, esos los hace ver originales y auténticos.

Pero no siempre es así porque hay quienes invierten en ropa para hacer creer a sus seguidores que esos trajes le son suministrados por afamadas marcas y muchas veces no alcanzan a recuperar ni siquiera el mínimo de esas inversiones.

Como se cataloga ahora, todo lo «postean», cuando se levantan, se acuestan, cuando hacen ejercicios, si están en la poltrona viendo televisión o si están sentados a la mesa, cuando salen con su mascota y en general cada instante de su vida privada la hacen publica porque al parecer andan atrapados en un mundo imaginario y fantasioso que solo vive en su mente o en esa enfermiza obsesión por hacer crecer el número de adeptos.

Sin embargo, los expertos en redes sociales aseguran que “el número de seguidores no hacen al influenciador” y que uno de los errores que cometen muchas personas es creer que el guarismo de hinchas determina a los influenciadores, porque si bien es cierto ellos pueden indicar el número de navegantes que tienen acceso al contenido de una persona, esto no determina el interés ni el impacto que tienen, dicen los versados en el tema.

 

Añadan también que es necesario entender que los influenciadores en las redes sociales, son aquellos que validan contenidos frente a una categoría o tema específico y lo difunden en las plataformas digitales, ocasionando así, interacción y participación real con la comunidad que los aplaude y de ahí radica que le reconozcan como tal a quien genera engagement o un vínculo de su contenido e imagen, con sus audiencias.

 

Lo cierto es que detrás de esta estresante y esclavizante adicción se mueve mucho dinero y hay quienes literalmente se “han llenado los bolsillos” ejerciendo esta labor para la cual no es necesario ir a la universidad o tener una especialización, pero sí estar muy actualizados sobre tendencias, novedades de los mercados, preferencias de la gente y en fin todo aquello que esté asociado al consumismo virtual.

Lo que no está bien es que las revistas de farándula metan en el mismo costal y de manera indiscriminada en su «top» a personajes de la vida pública que por su trayectoria, conocimientos, respetabilidad y valiosos aportes logran masivas visitas y los revuelvan con los «exhibicionistas cibernéticos» cuya manía no se compara, para nada, con el oficio serio y responsable de importantes hombres y mujeres del emprendimiento, el análisis, la ciencia, las artes, el deporte, la economía o las comunicaciones.