‘El Proceso de Paz de Occidente fue exitoso porque no estuvo el Gobierno nacional, ni las Fuerzas Militares’, monseñor Gutiérrez Pabón #LaEntrevista

Durante los seis años que estuvo como obispo de la Diócesis de Chiquinquirá, monseñor Héctor Gutiérrez Pabón jugó un papel fundamental en el proceso que comenzó su antecesor, Álvaro Raúl Jarro Tobos, y que logró calmar la llamada ‘guerra verde’, que se dice, habría dejado más de 3.500 muertos en la zona esmeraldífera de Boyacá.

Hoy, a propósito de la conmemoración de los 30 años de la firma de esa amnistía, el obispo emérito se confiesa con Boyacá Sie7e Días. 

Monseñor Héctor Gutiérrez Pabón Foto: Luis Lizarazo / archivo Boyacá Siete Días.
Monseñor Héctor Gutiérrez Pabón Foto: Luis Lizarazo / archivo Boyacá Siete Días.

¿Cómo arrancó el Proceso de Paz de Occidente?

¡Uyyy!, esto fue necesario, valga la redundancia, todo un proceso, una catarsis, una terapia, un acto liberador de pasiones. Comenzamos por sentar en una misma mesa a familias que estaban llenas de rencor, que se odiaban, que se habían jurado la muerte, que habían heredado un trágico destino de venganza. Esas mismas familias que habían derramado sangre, mucha sangre. Así logramos comenzar las bases para construir el proceso.

¿Cuál fue el papel de la Iglesia católica en ese proceso de paz?

El papel de la Iglesia como mediadora en todo este litigio de ajuste de cuentas, de violencia y de desajuste social, fue muy importante y cuando me refiero a la Iglesia, no se trata solo del obispo, del párroco, sino también de la comunidad y especialmente a los habitantes del occidente de Boyacá, que son casi que en su totalidad católicos y enamorados de la Virgen de Chiquinquirá.

¡Es decir, fue una especie de alianza ciudadana!

Toda la comunidad se unió a ese proyecto con un solo objetivo: tenemos que sacar adelante este proyecto de paz y de esta manera todos pusimos un granito de arena para cumplir el objetivo común de algo que pasó a la historia.

¿Qué es hoy el Occidente de Boyacá?

Una región pacífica, donde poco a poco se van encajando de nuevo los pedazos de una sociedad que estaba destruida por la guerra. Desde luego que todos hubiéramos querido que esto fuera inmediato, pero poco a poco se van notando los cambios hacia el progreso.

¡Se dice que este es el único proceso de paz
realmente exitoso en nuestro país!

Sí, realmente el proceso de paz que hicimos con mis hermanos los esmeralderos, ha sido estable y duradero porque sigue en continua construcción.

¿Y por qué este proceso sí funcionó y otros no?

Mire, le voy a decir algo que puede sonar raro y que puede molestarles a ciertos sectores, pero este proceso funcionó porque solo participaron los esmeralderos, los líderes y la comunidad. Principalmente porque no estuvo el Gobierno ni las Fuerzas Armadas, sino la propia comunidad. Esto no tuvo grandes caudales de publicidad y pulsos por protagonismos, sino una comunidad unida sacando adelante su futuro.

¿Y entonces qué papel jugó el Estado en esta negociación?

El Gobierno y las Fuerzas Militares sí funcionaron, pero ayudando por el borde, porque la comunidad fue la que se metió al centro del problema. Aquí los protagonistas fueron los esmeralderos y sus esposas, las comunidades, los niños, la Iglesia. Fue un pacto de paz entre los habitantes de la zona, entre los que creemos en Boyacá y en la Virgen de Chiquinquirá y que amamos a Colombia.

¿Pero por qué se genera esta guerra,
cuáles fueron los antecedentes?

La historia es larga, muy larga. Hubo muchos muertos, muchas lágrimas, mucha pobreza, demasiada indigencia. Allá se tuvo que cocinar de todo en la misma olla para poder servir, para poder saborear la paz.

¿Qué más se cocinó, cuáles fueron esos ingredientes?

Se tuvo que cocinar dolor, tristeza, angustia, odios, venganzas, lágrimas, muchas lágrimas. Hoy, 30 años después, se recuerdan las locuras que se hicieron, pero también se recuerda que tuvimos los pantalones y las faldas bien puestos para empezar de nuevo y hacer este proceso de paz que se ha mantenido vigente hasta nuestros días.

¿Cuál fue el papel de monseñor Gutiérrez Pabón en este proceso?

Ejercí como obispo, como un obispo enamorado de esa tierra y allá me conocí con esos líderes, con todos, y logré la confianza y sacarles a todos su pedazo. Yo les decía: usted tiene que ayudar con esto, a usted le corresponde tal cosa, y usted puede mostrarnos su compromiso con esta otra. Que el helicóptero, que la vía, que el carro, que el lugar, que las onces, que el almuerzo, en fin, todos pusimos.

¿Y qué tantas dificultades enfrentaron?

Todas, fueron muchas y permanentes. Hubo momentos muy difíciles en los que los mismos esmeralderos fueron los que salvaron el proceso, cedieron, contribuyeron. A mí me pusieron a mi servicio muchas cosas y herramientas para que pudiera comenzar a tejer con ellos un proceso que se hizo en la confianza en la Iglesia.

¿Y cuál era el actuar de los llamados patrones?

Todo el mundo lo conoce: ellos no iban a misa todos los domingos, no hacían precisamente el rosario por las calles, pero cuando tocaba colaborar y asumir compromisos, ahí estuvieron y nosotros ayudamos a consolidar la negociación.

¿En dónde se reunían para llegar a acuerdos?

En las tiendas, en los parques, en los piqueteaderos. Eran encuentros de blancos y negros, azules y rojos, todos en una mesa comiendo en un solo plato con el único objetivo de darnos la paz, de convivir, de soportarnos, de entender las diferencias, de lograr vivir, de lograr estar tranquilos.

¿Y alguna vez estuvo en una gallera?

Pero por supuesto, yo me sentaba con los galleros y recuerdo que siempre el presidente de la gallera decía: bueno señores, vamos a jugar gallos, pero recuerden quién está entre nosotros, mucho cuidado con lo que van a decir. Necesitamos mucho respeto.

¿Cree que cicatrizaron las heridas?

Sí, sí cicatrizaron, pero fue algo muy doloroso. Yo iba frecuentemente a los pueblos y a las veredas, y nos reuníamos alrededor de un convite y en torno a un piquete nos dábamos la mano, prometíamos querernos, amarnos, perdonarnos, no hacer asaltos en las vías, no agredir, no atacar, no pelear. Esta era una promesa permanente.

¿Y la cumplían? ¿Cumplían esa promesa?

En más de una ocasión se refrendaron esos compromisos y cuando me encontraba con estos personajes o sus trabajadores en los caminos, ellos mismos se acercaban y decían: monseñor, aquí estoy de pie, con la frente en alto, cumpliendo lo que prometí.

¿Tuvo que hacer algún funeral de una masacre o algo así?

Asistí a muchos funerales, pero presidí muy pocas de estas ceremonias. Estuve en los grandes funerales, pero nunca por una masacre, en esos no estuve.

¿Lo amenazaron en algún momento?

Jamás. Yo entraba a donde quería, iba por donde se me antojaba, me abrazaba con todos, con todos me reía, a todos los escuchaba, con todos compartía, era amigo de todos y jamás me amenazaron.

¿En dónde se hospedaba cuando se demoraba en Occidente?

Yo duraba hasta altas horas de la noche y de la madrugada, pero siempre regresé a Chiquinquirá. Recuerdo mucho las palabras de Carranza y de los demás líderes que me decían: ya terminamos, háganos el favor de irse para su casa, en paz, con la tranquilidad de que nadie lo va a perseguir, nadie lo va a injuriar. Inclusive hasta me ponían un equipo para que me acompañara hasta el alto y cuando veíamos ya en el fondo a Chiquinquirá, ahí me dejaban e inclusive me acompañaban a la entrada del pueblo o a la puerta de mi casa. El respeto hacia mí era absoluto.

Proceso de paz de Occidente de Boyacá. Foto: archivo particular.
Proceso de paz de Occidente de Boyacá. Foto: archivo particular.

¿Y todos eran creyentes, o había tal cual ateo?

Todos creían en Dios, todos queríamos a Nuestra Señora del Rosario, todos estábamos tras el mismo objetivo: lograr que ese conflicto se solucionara. En varias ocasiones incluso con camándula en mano.

¡Una anécdota que recuerde!

Muchas, usted se puede imaginar en medio de todo esto todo lo que se vivió. Pero en este preciso instante, a propósito de camándulas, se me vino a la memoria un episodio que se registró justo en la plaza de La Libertad, en una manifestación grandísima que hice frente a la basílica y entonces, en un momento pregunté: ¿todo el mundo viene armado? Y me respondieron en coro: “sí monseñor”; entonces les grité: “levanten el arma”, y desde luego que los demás asistentes se asustaron, pensaron que iban a levantar las pistolas, pero todo el mundo levantó fue su camándula en señal de paz. Eso fue realmente hermoso e inolvidable.

¿Cuál fue el arma secreta de este proceso?

El amor y el diálogo, esas fueron las armas secretas del proceso.

¿Cuál fue ese momento más difícil,
en el que Usted dijo esto se acabó?

Pues fueron demasiados, como era lógico las diferencias eran grandes. Muchos me hacían reír después porque recordaban un momento en el que la situación estaba tan complicada, que cerré las manos y le metí un fuerte golpe a la mesa, y les dije “hasta que no firmemos, no nos levantamos de aquí ni por el…” y efectivamente ese día firmamos. Entonces el cuento de ahí en adelante era “Ni por el…, como dijo monseñor Gutiérrez”.

¿En algún momento reunió a los patrones
en la basílica en Chiquinquirá?

No, jamás. Con ellos nos encontrábamos muchas veces en las misas, en los sepelios, en los eventos, pero nunca que los hubiera reunido en la basílica. Pero curioso, muy curioso que todos los esmeralderos, sin excepción, decían: “monseñor, pidámosle a la Virgen que nos ayude a sacar esto adelante”.

Comandante Batallón - Luis Murcia (pequinés) -  Procurador Provincial - proceso de paz de Occidente de Boyacá. Foto: archivo particular.
Comandante Batallón – Luis Murcia (pequinés) – Procurador Provincial – proceso de paz de Occidente de Boyacá. Foto: archivo particular.

¿Y hoy, 30 años después, qué cree que quedó por cumplirse?

Lo que ocurre es que los procesos de paz no son fáciles, porque es una sociedad vuelta pedazos, hay mucha pobreza, niños abandonados, mujeres maltratadas, personas sin esperanzas. Entonces poco a poco esto se va reacomodando. 

¿Se cumplieron las promesas hechas por el Estado?

Yo creería que sí. Lo que ocurre es que como no hay continuidad en los gobernantes, ni tampoco entre los líderes. Llega uno y otros y a veces no simpatizan, no coinciden, pero la promesa que todos hicimos se mantiene. Tenemos que ayudarle a esta gente y tenemos que permanecer unidos.

¿Regresó después al Occidente?

Pero claro, yo estuve como obispo de Chiquinquirá entre el 2 de febrero de 1998 y el 6 de agosto de 2003. Sin embargo, he regresado en varias oportunidades y me he encontrado con estas comunidades, pero no me desespero, ni ellos se desesperan. Ahí llegaremos poco a poco hasta que reconstruyamos de nuevo el rancho.

Proceso de paz en el Occidente de Boyacá. Fotos: archivo particular.
Proceso de paz en el Occidente de Boyacá. Fotos: archivo particular.

¿Qué tan amigo fue de Víctor Carranza?

Sí, fui amigo personal de él, tanto que lo acompañé hasta sus últimos momentos. Yo fui hasta la clínica y estuve con él en sus últimos momentos.

¿Y estuvo en su sepelio?

No. Yo sí lo visité, sí lo vi, pero no presidí sus honras fúnebres porque la familia tenía compromisos con otros sacerdotes.

¿Qué opina de que la mayoría de los patrones hayan sido extraditados?

Uno no sabe dónde está la verdad, pero yo he continuado mi amistad con todos ellos. Yo en ese tema no me puedo meter.

¿Les perdió el rastro desde que los extraditaron?

Nooo, yo sigo siendo amigo de Pedro Orejas, de Horacio Triana, de todos ellos. Sé en dónde están, cómo siguen, de vez en cuando me hablo con ellos, me reúno con sus familias, pero no puedo meterme en temas políticos o penales, pero yo creo que poco a poco tenemos que seguir borrando ese manto de violencia y recobrar la paz total.

¿Cree que mejorará la situación con que ya no estén
los patrones al frente de las minas?

Pues, ese es un tema muy difícil de evaluar en este momento. Tendremos que esperar unos años para poder calificar hasta qué punto la presencia de multinacionales como nuevos patrones en el área es benéfica o maléfica.

Proceso de paz de Occidente de Boyacá. Foto: archivo particular.
Proceso de paz de Occidente de Boyacá. Foto: archivo particular.

¿Es cierto que había una geografía del conflicto en el Occidente?

Pero claro y la conocí muy de cerca. Tuve que adentrarme en esa geografía y tenía muy claro quién era el patrón en cada municipio, quién mandaba en una vereda, sin embargo, en mi época ya no era tan radical esa antipatía, esas luchas por el poder territorial, por quién mandaba. Yo pasaba por todos los pueblos y trataba era de ayudar a acabar con eso.

¿Cuál es su recomendación para los actuales líderes de Occidente?

Es sencillo: quiéranse, ámense, dense la mano, seamos auténticamente católicos. Yo estuve allá y entre todos pusimos de nuestra parte.