La soledad es un sentimiento cada vez más común en la sociedad actual. En Wikipedia se define como, “un estado de aislamiento del individuo”. Este sentimiento de carencia de compañía, puede incluso, manifestarse en medio de una multitud heterogénea en sus orígenes y sus intereses, o en multitudes desbordadas en calles y avenidas en ciudades, donde las personas reman aisladas cargando cada una la soledad de sus pensamientos, o viendo pasar por su lado la tragedia humana, reflejada en los rostros desconocidos que muestran la angustia del problema diario, o la satisfacción del éxito expresado en la sonrisa del triunfo.
En este escenario se puede ver pasar el dolor, la tristeza, la amenaza o el riesgo, cada uno llevando su tragedia interior, como si fuéramos una multitud de muertos vivientes. Esa es la triste soledad de la sociedad, donde los individuos somos ilustres desconocidos, acompañados de otros ilustres desconocidos.
Algunas veces, podemos sentir la necesidad de soledad, para perdernos en la profundidad de nosotros mismos y dialogar en silencio con nuestros propios pensamientos y realidades. Esos momentos de soledad son hermosos, cuando la sinceridad se manifiesta sin que nada la reprima.
En esto diálogos íntimos, la soledad nos regala verdades que emergen del conocimiento de nuestra propia interioridad, en esta soledad la realidad se vuelve concreta y de ella nace la creatividad y florecen las ilusiones y los sueños. En esta misma soledad se encuentran soluciones a los problemas a partir de nuestra conciencia.
En el camino de la vida también podemos encontrar la soledad repentina que afectó a hombres y mujeres en el actual confinamiento, o la que se puede vivenciar en la viudez, la soltería, el divorcio, o la soledad voluntaria de la religiosa y el monje y la soledad obligada del preso.
Hoy encontramos la soledad moderna soportada en la virtualidad de los medios, donde se han ido diluyendo las sensaciones y emociones que nos regala la presencia física, canjeándolas por la virtualidad de un mundo con realidades a medias, algo así como decía mi madre, “comiendo viento molido y tomando agua machada”.