‘Daños colaterales’ de nuestras malas decisiones #Editorial7días

Lo que sucedió ayer en el corregimiento de Tasajera, en el municipio de Pueblo Viejo (departamento del Magdalena), donde murieron siete personas y 43 más resultaron lesionadas al explotar un camión que transportaba combustible, deja varias reflexiones sobre hasta dónde nos pueden pesar nuestras acciones.

Quienes corrieron a saquear el combustible del carrotanque accidentado seguramente nunca se imaginaron que estaban exponiendo su integridad y que incluso podrían terminar perdiendo la vida, como finalmente les pasó a siete de los infortunados pobladores de Tasajera.

Este comportamiento, para muchos injustificable, es excusado por algunos como un hecho generado por la pobreza que vive esta población del Magdalena, donde, según reportes periodísticos, la gente anda pendiente de que un camión se accidente o presente alguna avería para apropiarse de su carga y así obtener algo para su sustento y el de los suyos.

Mal o bien es la realidad en la que viven varias regiones de esta nación y seguramente la tragedia sucedida ayer no va a cambiar esta situación.

Lo cierto es que un hecho que parecía de lo más común y corriente para esta comunidad, terminó cambiándoles la vida a decenas de familias de Pueblo Viejo.

Otro caso, también de actualidad, que nos muestra cómo nuestras acciones pueden desencadenar terribles consecuencias para muchos al no medir los resultados de nuestro actuar, tiene que ver con el secuestro y posterior asesinato de un adolescente en Sogamoso, en hechos acaecidos hace exactamente cinco años, pero que hoy cobran vigencia por la condena contra dos de los autores materiales.

Un empresario que estaba siendo extorsionado decidió tomar la justicia en sus manos y contrató a una banda criminal para que descubriera quién era el extorsionista y procediera a eliminarlo. La recompensa eran 20 millones de pesos.

Para poder quedarse con esa suma de dinero, los delincuentes escogieron a un menor de edad que trabajaba en la empresa del empresario y lo culparon de ser el autor de la extorsión.

Planearon cómo apoderarse del joven y en una tarde, cuando él salía de terminar su jornada en la empresa, lo siguieron y, como una jauría de lobos, entre varios le cerraron el paso, lo montaron en un taxi, lo condujeron a un sitio despoblado de Gámeza y, tras torturarlo, lo asesinaron y luego lo desmembraron.

Una tragedia para la familia del adolescente, un joven que a sus 16 años ya trabajaba para ayudar a su mamá y que murió de una manera espantosa sin tener nada que ver en los negocios de quien pagó por su muerte y quienes fueron sus verdugos.

Las consecuencias de estas acciones también pesan sobre el empresario, que tendrá que pagar en la cárcel por ser el determinador del crimen, y sobre su familia, que termina sufriendo los ‘daños colaterales’ de unas decisiones desacertadas y perversas.

Para terminar, recordemos también el episodio del propietario de un bus que, por cobrar el seguro del carro y una ayuda que le daba la empresa a la que estaba afiliado el vehículo, contrató a varios delincuentes para que incendiaran el automotor.

El resultado: 13 personas muertas y el dueño del bus condenado a purgar 53 años en prisión. Somos, pues, amos de nuestros pensamientos y esclavos de nuestras malas decisiones.