Los colegios auditados – Carlos David Martínez Ramírez – ColumnistaInvitado

En días recientes se hizo público el caso de una institución educativa de nivel preescolar que cobra a los padres de familia una sanción por retirar a sus hijos, la cual puede variar en un rango de 2 a 3 meses de pensión (entre 2 y 3 millones de pesos).

Esta situación tiene agravantes en el caso de los acudientes que han padecido la disminución de sus ingresos económicos y al decidir retirar a sus hijos tienen que asumir esta suerte de multa, injusta frente a todas las luces.

Este caso me hizo reflexionar sobre cómo hoy, en las condiciones actuales, por las medidas tomadas frente a la pandemia, las instituciones educativas están bajo el escrutinio de la sociedad, en general, y de los padres de familia, en particular, especialmente en los niveles educativos básicos.

Muchas personas cuestionan el papel de la educación, en algunos casos con argumentos bien elaborados y otros simplemente objetando que se puede emprender negocios sin haber estudiado nada.

En un país como Colombia, donde la educación no tiene la connotación de gratuita y obligatoria, vale la pena reflexionar sobre si suele privilegiarse una visión de la educación como un servicio en lugar de un derecho, a pesar que la Constitución de 1991 la define como un derecho.

La administración de los colegios está a prueba hoy más que nunca, con el atenuante que algunos acudientes, como la mayoría de la población, pueden manejar altos niveles de estrés y ansiedad, lo cual también puede hacerlos más irritables frente a los malos tratos, incluso desde una perspectiva netamente financiera.

Los colegios deben pensar muy bien sus acciones para que las medidas que tomen no afecten su viabilidad, no sólo en el corto plazo sino a mediano y largo plazo; muy seguramente los mismos padres de familia van a vetar a los colegios que sólo se preocuparon por las finanzas del 2020 y no prestaron suficiente atención al bienestar de la comunidad que afectan.

Algo muy interesante, también, para analizar, tiene que ver con lo que los estudiosos de las ciencias sociales denominan la micro-política en los ambientes escolares, es decir, dicho de una manera sencilla, lo concerniente a las relaciones de poder al interior del aula o en otros entornos específicos, para este caso en las salas virtuales y en las relaciones entre docentes y estudiantes.

Creo que hoy, como nunca antes, los docentes están siendo monitoreados, dicho en forma literal y figurativa, por muchos actores.

Aclaro rápidamente que, en mi opinión, a la mayoría de los docentes no les molesta ser evaluados, pero resulta interesante indagar sobre las reacciones de los profesores que tienen que lidiar con las opiniones de los padres de familia sobre todo tipo de cosas; si bien es cierto que algunos de ellos quieren inmiscuirse permanentemente (lo cual puede limitar el desarrollo de la autonomía de sus propios hijos), también es entendible que es casi imposible para los acudientes no prestar atención a las dinámicas escolares, ya sea por convivir en espacios reducidos, porque se asocia con un sentido de responsabilidad o por simple curiosidad.

Claramente hoy vivimos tiempos complejos, los más optimistas pueden pensar que se abren muchas oportunidades para construir comunidades académicas, algunos otros podrían anteponer que es muy difícil mantener las “viejas” y “necesarias” costumbres, a pesar que el mundo cambió.