Los cantos lírico y popular, y el final de un dilema según el tenor lírico Mauricio Ortiz

Cantar una aria de ópera, sin la impostación requerida para el género lírico, es una herejía musical.

Mauricio Ortiz - Tenor Lírico. Foto: Archivo particular
Mauricio Ortiz – Tenor Lírico. Foto: Archivo particular

Hace 18 años abandoné definitivamente mi profesión de comunicador social-periodista para entregarme con amor y mística a estudiar música y canto. Primero lo hice en los conservatorios de las universidades de Antioquia y Caldas.

Luego, por razones de tiempo, principalmente, continué mis estudios de manera particular (solfeo, técnica vocal, repertorio lírico, historia de la música, entre otras áreas). Desde entonces, cuando me di cuenta de que mi vida sería la música, comencé a escuchar a muchos cantantes sobresalientes de distintas épocas, culturas, latitudes y variados estilos, con el fin de tener algunos referentes que me enriquecieran, y poder apreciar conceptos técnicos y de interpretación para intentar incorporarlos a mi técnica vocal en ciernes, y propender por ser un buen cantante.

A propósito de la técnica vocal, mucho se ha discutido y se sigue debatiendo en los escenarios académicos y también en las tertulias y en los encuentros de aficionados al canto, sobre los mitos y las realidades que reviste tan seria disciplina. “¿Para qué estudiar técnica vocal, si voy a ser cantante popular?”, dicen algunos. “La técnica vocal no es necesaria. Sólo basta cantar con conciencia, y listo”, dicen otros.

Hay una percepción generalizada, sobre todo en el ámbito empírico, de que la técnica vocal solamente es necesaria para los que quieren ser cantantes líricos. “Si exploro ese terreno académico, mi voz no sonará natural, y perderá su timbre y su color”, aducen algunos con vehemencia. Es cierto que la mayoría de los cantantes -por no decir, todos- nos iniciamos imitando a otros. Pero, si tenemos pretensiones serias, debemos cantar con nuestra voz original y definir nuestro propio estilo.

También es verdad que hay timbres vocales muy similares (pero nunca exactamente iguales), y luchar contra esto es ilógico, pues ése es el regalo fascinante de la naturaleza. Podemos aprovechar al máximo la “huella digital” de la voz: el timbre, el color, la tesitura, las cadencias, el ataque de las notas, las medias voces, el fraseo, entre otros elementos, que en su conjunto son los que nos harán auténticos y únicos.

Entre tantas y variadas elucubraciones, diversas elaboraciones de ensayos y estudios científicos con mucho rigor sobre el tema que nos ocupa, podemos deducir, sin ambages y con toda certeza, que la técnica vocal es una sola, y que la misma es esencial para todos los cantantes, tanto líricos como populares. Se debe cantar de la manera más natural posible. 

Esto es, emitir el sonido de la voz con sus propios timbres, no forzar las tesituras, no tratar de imitar a nadie y, principalmente, cantar con buena técnica: respiración óptima y apropiada, dosificación del sonido, apoyo, eximia utilización de los resonadores, relajación muscular, redondez de las vocales, manejo de la línea (sonido uniforme y constante), espesor facial (sonido en la máscara), proyección sonora…

Ofrezco disculpas por ser tan reiterativo: la técnica vocal no debe ser negociable, y es crucial en cualquier tipo de canto, no importa si el género es lírico o popular. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia, entonces, entre ambos cantos? Aquí está, precisamente, el secreto, la piedra angular de toda esta “controversia”.

Una palabra… sí… una sola palabra devela todo el “misterio”: Impostar, que la Real Academia de la Lengua Española define así: “Fijar la voz en las “cuerdas” (los pliegues) vocales para emitir el sonido en su plenitud sin vacilación ni temblor.” La impostación es una colocación (postura) especial que exige el canto lírico, y es el que le da el sello particular a este género del canto.

En términos más técnicos, impostar es preparar la voz para controlar la intensidad (poder cantar piano, mezzo forte, forte y fortísimo) y la frecuencia (graduación del vibrato) del sonido (emisión), por medio de una propuesta vocal pareja, con voz plena en todos los rangos de la extensión (zonas baja, media y alta), y evitar así un desgaste innecesario. La impostación en el género lírico es la depuración total del canto. Es el canto en su máxima expresión.

Con la explicación anterior no pretendo argumentar en detrimento del canto popular. ¡Ni más faltaba! El género popular tiene sus encantos, sus propias estéticas y grandes fortalezas. Cuando se aborda vocalmente una obra popular con el debido cuidado (con buena técnica, pero sin impostar), se pone de presente la naturaleza diáfana de la voz humana.

Ésta es la invitación que siempre les hago a los participantes en los concursos de música popular (boleros, andina colombiana, etc.) del país, en muchos de los que he tenido el honor de ser jurado calificador. Les recalco que deben aprovechar muy bien los múltiples recursos que ofrece la técnica vocal -si la tienen o la están estudiando-, pero que lo hagan con sus voces naturales, sin las posturas que exige el género lírico.

Cantar un bambuco o un bolero, por ejemplo, con la voz impostada, no es estético y rompe drásticamente con cada una de las propuestas originales del género popular. Y si invertimos la ecuación, el resultado es igual de extravagante: cantar una aria de ópera, por ejemplo, sin la impostación requerida para el género lírico, es una herejía musical.

Por: Mauricio Ortiz 
Tenor lírico – Comunicador Social/Periodista