La nueva netiqueta – Carlos David Martínez – #ColumnistaInvitado

En el libro ‘Buenos modales, mejores negocios (2009)’, Edith Cortelezzi, experta en protocolo, acuña el término la  netiquette, el cual combina acepciones del inglés (net) y del francés (etiquette); esta palabra hace referencia a “un conjunto de leyes no escritas que regula la cotidianidad digital”; entre varias recomendaciones prácticas, esta autora sugiere: contestar los correos electrónicos dentro de las 24 horas siguientes a su recepción, no enviar correos con archivos adjuntos muy pesados (lo cual ha cambiado recientemente con algunas herramientas incorporadas automáticamente en la mayoría de servicios de correo), no reenviar cadenas, ni spams, sin contenidos relevantes, no escribir el texto dentro de un mail en mayúsculas (significa que está gritando), ser agradecido, como también ser cordial.

Este tema, como otros relacionados con las relaciones virtuales, ha recobrado importancia frente a las contingencias actuales. Aunque hay situaciones en las que aplica el sentido común, hoy en día es posible pensar una nueva netiqueta (en español) considerando diversas variables.

Con relación al uso de la palabra en entornos virtuales, la experiencia ya nos ha enseñado a muchos colombianos la importancia de cerrar las cámaras y los micrófonos cuando no están siendo usados para facilitar la capacidad de procesamiento de cómputo, en el caso de las cámaras, y el orden en las participaciones, en el caso de los micrófonos.

Pero hay cuestiones más sutiles, como la flexibilidad que se debe manejar cuando alguien abandona una sala y después vuelve a ingresar, lo cual, aunque puede ser incómodo, debe ser respetado y permitirse darles el beneficio a las personas de suponerse que se debe a intermitencias involuntarias en la conexión a la red y no necesariamente a una decisión discrecional irrespetuosa; en este orden, los organizadores o participantes deben tener la apertura para permitir varios ingresos, e incluso deben estar dispuestos a escribir los mismos textos varias veces, si se entiende que algunos chats, en herramientas para videoconferencias, se borran automáticamente para quien sale de una sala y después se reincorpora.

En mi experiencia como docente, trabajador y como padre de familia – observando a los profesores de mis hijos – he presenciado muy buenas prácticas en personas con el rol de organizadores de videoconferencias, tales como: pedir a los participantes que pidan la palabra mediante el chat y no mediante el micrófono para no generar desorden en las participaciones, incorporar juegos o actividades lúdicas para facilitar el acceso y la salida de espacios virtuales (lo cual optimiza tiempos de manera respetuosa).

Agendar una hora para la apertura de una sala y una hora de inicio de la sesión unos pocos minutos después de la apertura de la sala, dando un tiempo prudente para la incorporación de la mayoría de los participantes; combinar varias herramientas tecnológicas, considerando al mismo tiempo, las capacidades de acceso de los participantes, incluso permitiendo participaciones asincrónicas para quienes no pueden participar sincrónicamente; dar instrucciones claras para facilitar la permanencia o la reincorporación a los espacios virtuales.

También he presenciado prácticas inadecuadas que recomendaría evitar. Por ejemplo, creo que es una falta de respeto criticar la capacidad de conexión a internet de los usuarios, así la responsabilidad de la baja calidad sea de su operador y no del participante, puede generar incomodidad y los implicados pueden sentir que se está criticando su capacidad adquisitiva; hacer observaciones sobre la intimidad o la vida familiar de los participantes que se conectan en un contexto de teletrabajo o de tipo académico.

Exponer a las personas en público frente a situaciones bochornosas que preferiríamos que pasaran desapercibidas, consecuentes o entendibles frente a la combinación de la cotidianidad doméstica con la laboral o la escolar; criticar la presentación personal, puede incurrir en el desconocer las condiciones singulares experimentadas en ese momento, aunque es comprensible que cada organización tenga sus propias políticas en este ámbito; hacer prohibiciones como si se estuviera en un escenario presencial.

Posiblemente hay principios y recomendaciones que aplican tanto en espacios presenciales como virtuales, como esa máxima que reza: ‘elogia en público y señala los errores en privado’. Puede ser que acá quepa el refrán francés: mientras las cosas más cambian, más siguen igual.