El viaje sin regreso de «Belquisita»

La sociedad Boyacense despide hoy a una de sus más destacadas lideresas que representó la recatada estirpe tunjana, muy tradicional en esa ciudad, donde la “cachaquería” aun matiza los rasgos de la cotidianidad capitalina. 

María Belquis Uribe de Monroy nació en Tunja el 27 de noviembre de 1940, se casó con Humberto Monroy, unión de la que quedaron dos hijos: Humberto y Diana Marcela. Esta “matrona tunjana”, como todas las de la época, vivió al servicio y el cuidado de sus hijos y la dirección de los asuntos del hogar que eran consideradas naturalmente como tareas femeninas para llegar a ser una buena madre y esposa lo que constituía un deber social, ya que mujeres como ella tenían la intransferible misión de conservar la tradición religiosa y adoctrinar a los hijos en la fe y en los valores.

A doña María Belquis no le gustaba que le dijeran María, por eso sus amigos y allegados le apodaron con el apelativo de «Belquisita».

Su vida productiva la dedicó al comercio y por muchos años mantuvo abierta las puertas de «Chiros y Chaguaros Bell«, una de esas emblemáticas boutiques de la época, ubicada en pleno marco de la plaza de Bolívar donde recibía a las acaudaladas damas de refinado linaje vestidas muy a la moda con las prendas que «Belquisita» transportaba desde Maicao y otras lejanías. 

Luego de haber pasado años al servicio de la moda, se convirtió en una especie de madre sustituta de estudiantes de Uniboyacá a quienes consentía con las delicias preparadas por ella en un establecimiento que otrora se conoció con el nombre de “residencias universitarias” y cuentan, quienes la recuerdan, como ese «ángel guardián» que consentía tanto a los estudiantes que a ellos nos les importaba almorzar en las escaleras cuando la casa estaba llena, con tal de estar ahí junto a «Belquista».

Como toda cabecilla de grupo que se respete “Belquisita” era el centro de atracción y sus dotes artísticas salían a flote en aquellas tertulias donde el arte solía ser el eje de las reuniones y por eso bailaba pasodoble como nadie, caracterizaba a varios personajes y dramatizaba lo que fuera con tal de cautivar y entretener a sus contertulios.

«A mí me entierran con mi chicote», decía mientras barajaba el naipe y apostaba a las cartas con sus amigas de tardes amarillas, o los estudiantes que le alcahueteaban sus bromas y pilatunas porque «Belquisita» era así, una especie de dama elegante todoterreno a quienes muchos acudían para las relaciones públicas, para un oportuno consejo o incluso para aprender matemáticas, otra de sus diestras habilidades. 

Hoy las amigas que la frecuentaban para crecer en su madurez espiritual, los egresados de Uniboyacá, sus hijos, nietos y familia, le dan el último adiós y la despiden pronunciando la misma frase que ella acuñaba a diario para referirse con afecto y ternura a los que le rodeaban. “Que Dios la bendiga Belquisita».

Las exequias se realizan hoy sábado 6 de junio a las 11 de la mañana en Jardines de la Asunción en la capital Boyacense.

Por: José Ricardo Bautista Pamplona
Columnista 7 Días

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