Agua y vida reclamando vida – Fabio Jose Saavedra Corredor – #Columnista7días

Hoy después del desayuno, habiendo cumplido con mi tarea de lavar loza y ordenar la mesa, salí a la terraza a disfrutar un rato el sol mañanero que generoso calentaba el ambiente.

Extrañado percibí que las azaleas y geranios movían las hojas sin existir presencia de viento, entonces dirigí despacio mis pasos hacia ellas y el movimiento de sus ramas se hizo más intenso, vi que tenían algunas hojas secas y las pocas flores estaban mustias y sin brillo, al rozarse los tallos con las hojas muertas producían un leve sonido, que al acercarme se fue convirtiendo en un lamento, similar al de un perro o un gato reclamando alimento a sus dueños.

En ese instante vino a mi recuerdo, la triste melodía de los sauces llorones al paso de la brisa, entre las tumbas de un viejo cementerio de pueblo.

En ese sublime momento escuché el llamado de la vida, reclamándole a la vida, en las indefensas plantas angustiadas mendigándole a su dueño una gota de agua, porque se estaban muriendo en medio del descuido al que las habíamos condenado, desde que la señora que nos apoyaban en las labores caseras no había podido volver a causa de la cuarentena.

Después de apartar con cuidado el follaje seco, y separar las hojas caídas en la tierra, vi correr aterrado un grillo famélico, seguido por dos pequeñas arañas que a duras penas podían moverse, la tierra de la jardinera se veía con grietas y sedienta, entonces entendí el llamado de la vida en la melodía triste de las hojas resecas, solidarizándome con la angustia de un moribundo suplicando ayuda y condenado por la aridez humana.

Desde hoy estaré más pendiente de ellas, asegurándome que nos les falte agua y alimento para que resuciten sus frondosos follajes verdes y florezcan con hermosos colores, acompañadas por los pequeños grillos que frotando sus extremidades le cantarán al amor. Confiando en que los ecosistemas naturales se restablezcan, el equilibrio ecológico retorne, y después de poner la casa en orden, que el agua sea el centro del quehacer de la existencia.