Lo estructural – Sergio Daniel Vargas – #ColumnistaInvitado

Perteneciente o relativo a la estructura según la Real Academia Española. ¿Y la definición de estructura? Difícil. La misma RAE la define como la “disposición o modo de estar relacionadas las distintas partes de un conjunto.

Todas las ciencias del pensamiento cuentan con una definición. Y eso es lo que la hace tan curiosa como manera de explicar lo que nos rodea. Y lo estructural en nuestro país y en nuestra realidad política puede verse de muchas maneras. Ese conjunto de factores que construyen nuestro país desigual, excluyente, inequitativo y violento definen una estructuralidad difícil de asumir.

Esta columna hablaba hace algunas semanas de los espejos. Nuestra cruel cita diaria con la realidad. Los espejos no mienten. Y esta crisis en la que estamos nos permite vernos al espejo como sociedad. Y ver de frente los vicios estructurales de nuestra sociedad. El racismo, por supuesto, es uno de ellos. Y cada tanto nos acordamos.

En esta ocasión fue por el repudio mundial que generó el asesinato de George Floyd, un ciudadano afroamericano al que un policía mató asfixiándolo con una rodilla en el cuello. Esto ocurrió en Minneapolis, Estados Unidos. Y ese vil asesinato conmocionó a Estados Unidos y a buena parte del mundo. Y nos obliga a vernos al espejo otra vez.

Ese par de policías (blancos) que asesinan impunemente a Floyd con varios celulares grabándolos sin ningún asomo de pudor ni arrepentimiento ponen de presente un aspecto estructural. El racismo estructural que aún hoy, en pleno 2020, sigue afectando a una de las grandes potencias del mundo, fomentado incluso por su propio presidente.

Racismo estructural. Un conjunto de formas que se mantienen y se alimentan en sociedades desiguales. Colombia lo sufre, por supuesto. Y hasta lo fomenta. No tendríamos suficiente espacio para enumerar las razones. Empecemos por las recientes.

Para el censo del año 2018, organizaciones comunidades afro del país denunciaron un “genocidio estadístico”: un aparente error del DANE en la metodología del censo dio lugar a que más de 1,3 millones de afros quedaran por fuera del censo. Es decir, no existen para el Gobierno ni para las políticas públicas que se basan en el censo.

Y unas cifras para el análisis: el 76 % de la población afro de Colombia vive en la pobreza extrema. Solo 2 de cada 100 jóvenes afro llegan a pisar una universidad. Chocó, en tiempos de pandemia, no tiene una sola unidad de cuidado intensivo. Solo 2 senadores y menos de 10 Representantes a la Cámara afro. Y podemos escribir líneas y líneas.

Y lo estructural se evidencia todos los días. La tragedia de George Floyd se repitió en Colombia. Anderson Arboleda, joven afro de 21 años, fue asesinado por un policía de un bolillazo en la cabeza en Puerto Tejada, Cauca.

La alcaldía y la policía del pueblo guardaron un infame silencio de muchos días. La ola de indignación que vino de Estados Unidos debe ponernos a mirar en el espejo de nuestro propio racismo estructural como país. Vi una imagen en redes sociales que lo resume bien: “El racismo que mata en EU es el mismo que empobrece en Cartagena, comercia los cuerpos de las mujeres Wayuú, mata de hambre a los niños afrodescendientes en el Chocó, dispara a los indígenas del Cauca y le niega la salud a los indígenas del Amazonas”.

Eso somos. Y esa estructuralidad no la creó esta pandemia. Solo la evidenció. Y el nuevo contrato social que surja a partir de todo esto tiene dejar el racismo estructural atrás. Ya fue suficiente.