Legalización – Sergio Daniel Vargas – #ColumnistaInvitado

Se ha dicho en innumerables espacios de opinión, foros, columnas, medios de comunicación, debates políticos, libros y en infinidad de espacios. La academia lo estudia y lo viabiliza. Los números dan, las estadísticas lo respaldan. La oferta y la demanda están perfectamente alineada. Los mercados son amplios, diversos e inmensos en todo el mundo. Se dice y se repite.

Hoy en día expresidentes de Colombia como Samper y Santos se “lamentan” de no haber avanzado en esa dirección en sus respectivos gobiernos. Y es que es sencillo: la guerra contra las drogas fracasó. Se sabe hace rato. Y es momento de hacer algo al respecto.

La enorme recesión que va a traer la COVID-19 va a exigir creatividad por parte del Gobierno. Cuando la presión de la pandemia cese, vamos a ver a un estado endeudado con una economía por recuperar. Y fuentes de ingreso para sostener todo el gasto público se van a requerir por montón. ¿Reforma tributaria apretando a la clase media y favoreciendo a los ricos más ricos? Cualquier cosa es posible con el ministro Carrasquilla.

Se han planteado fuentes de ingreso nuevas y que le inyecten dinero al sistema de salud: impuesto a las gaseosas, a la comida chatarra y al tabaco. Y hoy, siendo Colombia el terreno en donde se gestó el fracaso de la lucha antidrogas, un renglón importante a futuro debería ser la legalización de las drogas. Y podría iniciarse con el cannabis y la hoja de coca

Y vuelvo a un punto importante: el narcotráfico ha sido la peor desgracia institucional del país en nuestra historia reciente. Miles y miles de muertes y cientos de miles de billones de pesos se han ido combatiendo organizaciones criminales y aparatos de crimen organizado que, tarde o temprano, se siguen saliendo con la suya.

La droga sale de Colombia por aire, tierra y mar con destino al Primer Mundo. Lo paradójico de todo esto es que en gran parte de esos países desarrollados el asunto tiene otro enfoque. El consumo de drogas es un tema de salud pública que, a su vez, tiene una incidencia en materia económica.

En Colombia, por supuesto, el tema ha sido complejo. Una politización y un enfoque punitivista y recalcitrante han permitido satanizar lo que puede ser una fabulosa fuente de ingreso para el Estado colombiano. Ha habido avances importantes. La Ley 1787 de 2016, aprobada por el Congreso, permitió avanzar en la reglamentación del cannabis medicinal y con fines de investigación.

Pese a complicaciones, municipios de la provincia del Sugamuxi en Boyacá, por poner algunos ejemplos en el país, se han visto beneficiados con la presencia de empresas dedicadas a la producción de cannabis medicinal. Y lo que viene debería ser la regulación del cannabis de uso libre.

¿Se imagina a usted la industria del cannabis tributando para la salud y la educación de la misma manera que lo hacen los licores y el tabaco (el cual tributa poquito, a propósito)? El proyecto de ley para regular esta materia está pendiente de primer debate en el Senado. Es el número 194 de 2019. Y dibuja un panorama interesante: que la industria del cannabis sea una oportunidad para voltear la ecuación del agro colombiano.

Para revitalizar la figura del campesino en las zonas más afectadas por el conflicto armado en donde los cultivos de cannabis, hoja de coca, amapola, entre otras, han sido sinónimo de sangre, muerte y desplazamiento. Hacer parte al campesinado colombiano de la llamada bonanza del “oro verde” para generar una real política de desarrollo agrario que redunde en beneficio social y económico en los territorios más apartados.

Se tiene que dejar la mojigatería. El consumo de drogas no va a desaparecer. Por supuesto pensar en legalizar drogas implica, entre muchas otras cosas, fortalecer medidas de salud pública preventiva (tal como pasa con el consumo de alcohol y cigarrillo). Y un Gobierno visionario de veras que propenda por una fuente de ingresos fenomenal para recuperar la economía luego de la pandemia.

Que Colombia, inicialmente, entre de frente en el mercado legal del cannabis, el cual según Euromonitor International, se espera que llegue a 166 mil millones de dólares en el 2025.