El pasado viernes la Alcaldesa de Bogotá Claudia López anunció algunas medidas para volver a salir a las calles, entre ellas la de unificar para toda la ciudad el límite de velocidad para vehículos a 50 Kilómetros por hora. Al margen del debate que se suscitó en las redes por esta medida (y que me gustaría abordar en una próxima oportunidad), me llama la atención la posibilidad de que disminuya el uso de vehículos particulares y de que se incentive el uso de la bicicleta; uso que además resultaría necesario estimular no sólo en la capital sino en todos los Departamentos, ciudades y municipios de nuestro país.
Sobre este medio de transporte son bien conocidos sus beneficios: tiene ventajas para la salud física y emocional, pues, entre otros, reduce los niveles de colesterol en la sangre, minimiza los niveles de estrés, mejora el estado de ánimo, ayuda a combatir la obesidad, a mejorar la coordinación motriz, a mejorar el sistema respiratorio y cardiaco, reduce el riesgo de sufrir infarto o problemas cerebrovasculares y tonifica los músculos. Ello sumado a las ventajas que tiene para evitar el estrés que generan los trancones.
Estudios serios (BID & UNIANDES, 2016c) adelantados en ciudades europeas han asociado el uso de la bicicleta con una reducción del 28% en el riesgo de mortalidad por todas las causas, y han encontrado adicionalmente que aquellos países que tienen mayores tasas de uso de la bicicleta tienen menor prevalencia de obesidad.
Por otro lado, las ventajas para el medio ambiente son inconmensurables: La bicicleta es un medio de transporte limpio, no contamina porque no produce gases tóxicos y además ocupa 16 veces menos espacio que un vehículo promedio.
Como si lo anterior fuera poco, se trata de un medio de transporte que colabora a la economía familiar porque es muy accesible para todos. Hay bicicletas para todos los gustos y casi todos los presupuestos; si bien hay personas para quienes es difícil acceder aún a la más económica, el costo de inversión es, de lejos, mucho menor que el de cualquier transporte motorizado, el mantenimiento es mucho más económico, no requiere gastos en combustible, peajes, seguros o impuestos y los repuestos son económicos y fáciles de conseguir.
Salta a la vista que se ha incrementado el ciclismo como disciplina deportiva, pero lastimosamente no sucede lo mismo con el uso de este medio para el transporte urbano. El cambio de chip no es fácil y me cuento dentro de aquellos que aún no se animan a tomar la bicicleta para hacer el breve recorrido hacia el trabajo, el banco o la tienda. Pero en la medida que se creen campañas para motivar una nueva cultura de movilidad, acompañado necesariamente de la implementación de infraestructura en ciclo-rutas y parqueaderos públicos para bicicletas, no cabe duda de que muchos nos animaremos e iremos dando el salto del automóvil a la bicicleta.
Un trabajo titulado Cómo promover el buen uso de la Bicicleta, realizado por el BID y la Universidad de los Andes y publicado en el año 2017, establece una serie de recomendaciones para orientar a quienes son encargados de tomar decisiones y para gestores de proyectos de cicloinclusión (técnicos, diseñadores, planificadores y líderes comunitarios que impulsan políticas y proyectos) en ciudades de América Latina y el Caribe, para mejorar las condiciones de seguridad vial y proteger la salud cardiovascular y respiratoria de los ciclistas urbanos. Ello encaminado a que los ciudadanos opten con mayor frecuencia a elegir la bicicleta como su vehículo de transporte cotidiano.
Para cumplir este objetivo se plantea en el estudio la necesidad de la construcción de “rutas cómodas, directas y coherentes que permitan una conducción más eficiente de la bicicleta. La construcción de pasos pompeyanos priorizando la bicicleta en intersecciones viales, los carriles homogéneos y espaciosos, el mantenimiento periódico de la infraestructura, la señalización adecuada y la iluminación del espacio público”, para reducir los tiempos de movilidad y garantizar la seguridad del ciclista por ser especialmente frágil y porque cualquier invasión de su espacio puede traer consecuencias graves en su integridad. Y establece como principios de un plan de seguridad vial para ciclistas la confianza, el civismo y el reconocimiento mutuo. Es un muy interesante documento de consulta obligatoria si se quiere implementar algo que de verdad genere un impacto.
Hay ciudades que son referente en el mundo por el porcentaje de viajes en bicicleta, como Copenhague, Amsterdam y Berlín; en el contexto latinoamericano dentro de las que más resaltan están Bogotá y Rosario (en Argentina). Lo que no significa que no se pueda hacer mucho más y no sólo en la capital colombiana sino en el resto del país, bajo la clara premisa de que el cambio de comportamiento es un cometido a largo plazo y requiere dedicación, persistencia y voluntad (también política). Hay que empezar a trabajar en esto.