¿Y la clase media qué? Entre el optimismo y el pesimismo – Catalina Pulgarín – #Columnista7días

Estaba empezando a escribir esta columna sobre los efectos de las cuarentenas en las clases medias, cuando me encontré con la de Daniel Coronel titulada EL NUEVO POBRE (domingo 03 de mayo de 2020 en losdanieles.com) y no pude evitar sentirme estremecida e invadida de profunda tristeza. Si bien las situaciones adversas que nos ocurren en la vida deben impulsarnos a la creatividad y al optimismo para no sucumbir ante la desgracia, también es cierto que es humano tener momentos de desesperanza, de incertidumbre y de pesimismo.

A través de la crónica de un ingeniero de estrato seis en Bogotá, Daniel Coronel nos muestra el panorama de lo que está sucediendo a la clase media en el país como consecuencia de las medidas de aislamiento social implementadas en razón de la declaratoria presidencial de emergencia sanitaria por el COVID19.

Vivir medianamente bien o con mediana calidad de vida en un país como Colombia no resulta nada fácil. Implica invertir grandes cantidades de dinero en estudios para entrar en un mercado competido y además hay que hacerlo en muy corto tiempo porque la participación en todos los escenarios laborales se está dando a personas cada vez más jóvenes. Así que no solo es necesario invertir en los estudios de pregrado, especializaciones, maestrías y doctorados, sino en la medida de lo posible hacerlo fuera del país y antes de los 30 años para ser realmente competitivo.

Esto se logra en muchas ocasiones con esfuerzos inconmensurables que hacen los padres privándose de satisfacer sus propias expectativas de vida para ver realizadas las de sus hijos, y en otras ocasiones lo logra la persona con su único y propio esfuerzo asumiendo deudas casi que impagables pero que finalmente terminan ayudando a cumplir esos sueños de superación.

También están los emprendedores que, con muchas dificultades, pero con tesón crean empresa y generan empleo y que son quizás en medio de esta debacle el sector más afectado dentro del estrato medio de esta (siempre odiosa) clasificación social. Para estas personas que deciden tomar su camino por el mundo de los negocios, lanzarse al vacío de la generación de empresa es un riesgo alto que implica, entre otras, asumir una carga laboral, firmar contratos de arrendamiento cuyos cánones muchas veces rondan la especulación y la adquisición de equipos y muebles para los cuales en la gran mayoría de los casos se deben asumir obligaciones bancarias.

Cada quien emprende como puede la carrera de la vida y como en un colador o en un embudo donde todos quieren pasar apresurados al otro lado, solo unos van logrando avanzar mientras otros van quedando atrapados en medio de las dificultades, pero hoy tenemos una dificultad común a todos y todos estamos quedando atrapados de una u otra manera en esta recesión que hasta ahora empieza.

Pequeños y medianos empresarios, profesionales independientes y empleados públicos y privados han visto cómo se afecta notablemente lo que con tanto esfuerzo se ha intentado construir durante toda la vida. Es una realidad, no es un “cuento chino” (aunque el coronavirus sí es chino pero no es cuento) que gran parte de la clase media entrará a engrosar las cifras de la población pobre.

Si mantener ese nivel de vida que permite categorizarse como de clase media es difícil en tiempos de normalidad, en medio de la coyuntura actual se camina por la cuerda floja y en cualquier momento puede producirse una caída en picada hacia la pobreza. Cuotas de créditos aplazadas por dos, tres o cuatro meses en los bancos no representan un verdadero alivio, ni de lejos solución de fondo al problema.

Todos tenemos casos cercanos (sino propios) en los que se han tenido que entregar apartamentos, locales, oficinas o consultorios, intentando conciliar preavisos y cláusulas con inmobiliarias y arrendadores que también pujan por sus afectados intereses. Aquellos que mantienen su trabajo de todas maneras se verán afectados bien sea por los impuestos que ya se han implementado y otros que de seguro vendrán, o porque hay un deber moral de ayudar a las personas que al interior de la familia se encuentran más afectadas o a personas que por voluntad propia se quieran apoyar.

Así que:  Sí, es cierto, es momento de reinventarse en todos los sentidos, como profesionales, como empresarios, como seres humanos, como familia, pero este trasegar no será fácil y hay que estar preparados para ello.