Mucho más que un diploma – Catalina Pulgarín – #Columnista7días

La ley 724 de 2001, de escasos cinco artículos,  estableció el Día Nacional de la Niñez y la Recreación, a celebrarse el último día sábado del mes de abril de cada año, con el objeto de realizar un homenaje a la niñez colombiana y con el propósito de avanzar en la sensibilización de la familia, la sociedad y el Estado sobre su obligación de asistir y proteger a los niños y niñas para garantizarles su desarrollo armónico e integral.

La celebración del día del niño debe generar espacios de reflexión sobre la situación de la niñez en nuestro país y sobre cómo percibimos y tratamos a los niños, niñas y adolescentes en nuestra cultura.

Entregar diplomas y tarjetas de felicitación a nuestros pequeños por estar adaptándose a las realidades actuales en razón de la pandemia COVID-19, de seguro es un reconocimiento que los motivará a seguir adelante en el proceso de aislamiento, para el que ellos menos que los adultos estaban preparados, pues para los niños es mucho más difícil aceptar el encierro y ajustarse a jugar en espacios reducidos.

Difundir mensajes en redes sociales incentivando a la celebración en casa quizás haya motivado a algunos a festejar de alguna manera la importante fecha, pero la realidad es que una sociedad en la que el maltrato infantil se ondea sin resquemor a diario, en la que gritos y castigos físicos hacen aún parte de las rutinas de educación en casa, donde más del 80% de los casos de violencia sexual los padecen niñas y niños menores de 14 años, donde el sistema educativo todavía replica no sólo información innecesaria sino formas de enseñanza que ya deberían haber desaparecido, es una sociedad que necesita repensarse, y para ello más que para que cualquier otra cosa debería servir una fecha como esta.

Resulta impactante pero todavía se piensa como en épocas antiguas que los papás deben imponerse sobre los hijos por el solo hecho de ser el adulto a cargo del menor,  todavía se obliga a  los niños a obedecer usando la fuerza, todavía, como en épocas medievales los niños son cosificados,  se les exige comportamientos  que no van acorde con su edad ni con su madurez física y mental, son, en últimas,  tratados como  seres imperfectos, que no entienden ni sienten. En términos generales los niños no son escuchados, por lo menos no de verdad, no comprendemos sus realidades ni su cosmovisión de la vida y reiteradamente falta demasiado afecto.

Los homenajes, tanto como los diplomas,  dulces, regalos y fiestas  ( para aquellos que por lo menos tienen la fortuna de recibirlos) si bien generan un momento de satisfacción en los pequeños, se trata de una felicidad de pocos minutos,  después de los cuales se  retorna a una realidad,  en buena parte  de los casos nada agradable y muchas veces insoportable, en medio  del miedo y del sufrimiento.

Reflexionar sobre estos temas implica un esfuerzo que va mucho más allá de leer unas estadísticas, sufrirlas unos minutos y volver a las costumbres a través de las cuales replicamos patrones de crianza erróneos. Si algo ha necesitado históricamente el planeta es replantear el trato hacia la niñez. Es fundamental que en esta etapa de la vida esencial para el desarrollo, la familia y en general los adultos que cumplen roles de cuidadores, les proporcionen a los niños los cuidados necesarios de una manera integral.

Un buen comienzo es revisar la forma como estamos educando a nuestros pequeños en la casa y en la escuela y lo que estamos haciendo como sociedad en favor del adecuado desarrollo de la niñez, para la protección y garantía de sus derechos,  entendiendo y siendo conscientes de que  siempre podemos encontrar  formas de  mejorar.