Somos parte de una cuarentena obligada que pasará a la historia #Editorial7días

Desde hace por lo menos 3.400 años, más específicamente en el pentateuco (primeros cinco libros de la Biblia), para el caso de la lepra; pasando por el ‘Cito, Longue, Tarde’ de Hipócrates y Galeno en el siglo V antes de Cristo, es decir ‘vete rápido, vete lejos y tarda en regresar’, o el aislamiento de contagiados del resto de la sociedad, hasta la reclusión especial de los astronautas de la primera misión del Programa Apolo, por el temor a su regreso de la luna, de una contaminación interplanetaria en la tierra, la palabra cuarentena ha estado presente entre los humanos.

Lo habíamos leído en los libros, lo hemos aprendido gracias a la historia, pero lo que quizá nunca imaginamos, fue tener que vivir algo como lo que enfrentamos en la actualidad: 31 días de encierro y aún nos faltan 20 días más. Como si se tratara de una extraña metamorfosis hemos tenido que manejar diferentes sentimientos y estados, entendiendo a las malas que esto era en serio y que el coronavirus nos está cambiando la vida.

La culpa no es de los infectólogos, de los expertos que recomiendan la cuarentena extendida y obligatoria y menos lo es del presidente Iván Duque, quien anoche tuvo que anunciar la ampliación del aislamiento obligatorio para garantizar que lo que se ha hecho hasta el momento no resulte de la noche a la mañana en cuidados intensivos.

Desde luego que a pesar de que se permitirá la reactivación paulatina del gremio de la construcción y las manufacturas, son muy pocos los empresarios que se arriesgarán a retomar labores. Claro que el dinero es necesario, pero ¿sin salud, para qué dinero, para qué plata? La economía puede estar en cuidados intensivos, pero mientras la situación no se convierta en una emergencia sanitaria, va a existir la esperanza de que el paciente se recupere.