El amor en tiempos de pandemia – Catalina Pulgarín #Columnista7días

En términos generales nuestras casas deberían ser el mejor lugar y el más seguro para estar aislados y en efecto es el mejor refugio para muchos de nosotros. Lo preocupante y triste es que para muchas mujeres y niños, su propio hogar se convierte en la mazmorra en la que se encuentran expuestos de manera permanente a su verdugo. Ese personaje que en la cotidianidad  suele ser agresivo y maltratador y que en medio de la convivencia 24/7 que implica la cuarentena representa un verdadero peligro para su familia. Ese que se permite descargar su estrés y su ira al interior de ese pequeño mundo que habitan únicamente su mujer y sus hijos (o hijastros).

Por supuesto que también hay casos donde la víctima es el hombre, que además son casos poco denunciados y por ello poco conocidos; pero la verdadera situación pandémica de la violencia de género se ha evidenciado espacio-temporalmente a lo largo y ancho del planeta  y de la historia, en contra de las mujeres, y ello por supuesto, y sin tratarse de discurso feminista, debido a siglos de sumisión de las mujeres respecto de los hombres y a patrones culturales discriminatorios y estereotipos de género negativos  basados en la inferioridad de las mujeres, y que tienen su arraigo en causas sociales, culturales, económicas, religiosas, étnicas, históricas y políticas.

Por su parte los niños y niñas que padecen diferentes clases de violencias son víctimas no sólo de sus padres sino de todas las personas que hacen parte del entorno familiar y social del menor. Pero el subregistro de maltrato infantil es demasiado alto porque si bien existen canales de atención en las instituciones para que ellos puedan acceder y denunciar, en términos reales es muy difícil que un niño maltratado se arriesgue a tomar el teléfono y reportar su caso, por inmenso temor a las represalias.

En ambos casos, violencia de género e infantil, el maltrato puede ser físico, sexual  o sicológico y casi siempre ocurren todos al tiempo.

La pandemia de la violencia intrafamiliar es mucho más silenciosa que el coronavirus. Es poco visible porque ocurre en la intimidad del hogar y hay muchos factores que influyen para que las víctimas guarden silencio.

El confinamiento en casa ha exacerbado a nivel del país las conductas violentas en los agresores. Según  datos de la Policía Nacional mientras la línea 155 que brinda orientación a mujeres víctimas de violencia en todo el país atendía en promedio 54 llamadas diarias,   desde que inició el aislamiento preventivo el promedio diario ascendió a  108  incrementándose en un 100%.

Para el caso particular de Boyacá las estadísticas se mueven un poco diferente para estas semanas de aislamiento. Según análisis delictivo de la Fiscalía General de la Nación, en la Seccional Boyacá (que no incluye Puerto Boyacá ni Cubará), no se evidencia un incremento en las investigaciones por el delito específico de violencia intrafamiliar. Mientras el promedio semanal de casos ocurridos e investigados en esta Institución, oscilan entre los 30 y 50, las últimas cuatro semanas se han presentado respectivamente 7, 21, 18 y  9 casos. Lo que por supuesto no significa que los hechos delictivos hayan disminuido; podría  tratarse más bien de desconocimiento de los canales que han dispuesto las instituciones para la atención de estos casos, o de la imposibilidad de hacer uso de estos medios dada la permanente presencia del agresor en el mismo espacio vital de la víctima.

Pero este panorama no es alentador en lo absoluto para  nuestro Departamento, pues en lo corrido del año, es decir del 1 de enero al 15 de abril de 2020 se han presentado 1072 casos de violencia intrafamiliar, incrementándose en un 28.2% respecto del año 2019 que en el mismo periodo de tiempo había presentado 836 casos.

Lo cierto es que si bien las instituciones han dispuesto lo necesario para atender estos casos en tiempos de confinamiento, las enfermedades psicosociales de la violencia de género y de la violencia intrafamiliar deben ser tratadas también desde una visión pandémica, encontrando y atacando sus causas y creando soluciones que verdaderamente puedan acabar con la milenaria problemática social.

Ni el coronavirus ni la violencia de género tienen síntomas que puedan asemejarse, como si ocurría en El amor en los tiempos del cólera donde los síntomas de esa enfermedad podían confundirse con los del enamoramiento. Estamos más bien  presenciando un desamor en tiempos de dos pandemias.  Pero García Márquez recrea en su novela  una historia de amor a través de la cual  aborda temáticas relacionadas con la vida, la familia, la amistad, el amor, la fidelidad, la convivencia conyugal, y la muerte, que vale la pena retomar como lectura en estos días.

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