Arsénico por compasión – Martha Patricia Moreno, comunicadora y rotaria #Columnista7días

Sin ninguna intención de hacer una columna ‘miserabilista’, quiero manifestar solidaridad con los contagiados con la COVID19: la joven de Sogamoso y la familia del municipio de Togui, caídos en desgracia por la carnicería de las redes, que, como cabras desventuradas, les hicieron sonar hacia el ataúd las trompetas de la impiedad.

Con morbo mediático, esos ‘patrio-bochincheros’, envestidos de coronavirólogos, rompieron los récords de la bajeza, despellejando a sus vecinos para salvarse el pellejo, sin pensar que los entusiastas del pánico, como en la comedia negra, también pueden llegar allá y, quizás, les sirvan una dosis de arsénico por compasión, mientras llega la vacuna antivirus.

Con mi penúltimo intento de pensar lo no tan pensado, invito a los profetas de desdichas a repensar la compasión: una palabra perdida, pero por la que no se hiere, no se tortura, no se apresa y no se mata. La compasión es el núcleo de lo mejor que somos, porque en cuanto a la justicia, todos creen tenerla de su parte, incluso hasta los tiranos más atroces, como se puede ver en el libro “Historia del rey transparente’, de Rosa Montero, que a propósito recomiendo leer en estos días, donde las horas flotan atribuladas.

Coletilla: Buena gente de Boyacá, levante la cabeza, opóngase a la atrocidad y viva la compasión.