Espíritu coherente – Catalina Pulgarín Vallejo #Columnista7días

Termina la semana santa más atípica e inimaginada de los últimos tiempos. Sin procesiones, sin penitentes descalzos cargando sobre sus hombros los pesados pasos, sin recorridos tumultuosos a los altares de las iglesias, con catedrales y capillas vacías, misas trasmitidas por Facebook live y ceremonias papales en un Vaticano alucinantemente bello pero desértico.

Pero tal vez también una de las  semanas santas de mayor recogimiento y reflexión, de reencuentros familiares con aquellos con quienes compartimos nuestros hogares a diario pero a quienes no conocíamos tanto como creíamos, una semana santa sin turismo,  sin miles de viajes aéreos de un  continente a otro ni  de un país a otro, ni siquiera de una ciudad a otra. Los viajes han sido, eso parece, a lo más profundo de nuestras conciencias.

La semana santa es celebrada principalmente por los católicos, pero también por adeptos a otras religiones en cuyas tradiciones se pueden observar con algunas variaciones, conmemoraciones alusivas a la muerte y resurrección del líder espiritual, o celebraciones por “otros acontecimientos históricos” , como es el caso de la pascua judía o Pésaj que celebra la liberación de la esclavitud del pueblo judío liderada por Moisés.

Para el Islamismo no hay resurrección; Jesús realmente nunca murió pues fue salvado por Allah antes de que sus enemigos lo mataran. Los cristianos evangélicos y  los protestantes tienen otras formas de conmemorar, sin altares, sin imágenes, sin peregrinaciones, sin adoración a representaciones terrenales de lo divino.

La Semana mayor es por excelencia una celebración católica. Según datos del  Anuario Pontificio 2019,  en el mundo hay 1.313 millones de católicos, lo que equivale al  17,7% de la población.  De estos más de 1.300 millones de católicos, el 48,5% procede de América, el 21,8 de Europa, el 17,8 de África, el 11,1 de Asia y el 0,8% de Oceanía.  Y al interior del área americana se presentan diferencias importantes:  en América del Norte el porcentaje de católicos es solo del 24,7%, en la Centro Continental y las Antillas (84,6%) y en el del Sur (86.6%).

Es decir, por un lado el mayor porcentaje de católicos del mundo se encuentra en América, y por otro lado un porcentaje muy alto de la población de Centro y Suramérica pertenece a este credo religioso. Pero el resto de la población mundial, es decir más del 80% de los habitantes del planeta estamos al margen de estas celebraciones.

Sin embargo la espiritualidad no está necesariamente ligada con profesar cánones religiosos, ni mucho menos con las creencias en seres supremos. La ciencia también es una fuente (sino la mejor) para alimentar ese algo profundo que se ha denominado  espíritu,  alma o esencia.

En palabras del científico norteamericano Michael Shermer “Una explicación científica del mundo no disminuye su belleza espiritual. De hecho, la incrementa. La ciencia y la espiritualidad se complementan, no entran en conflicto entre sí; suman, no restan. Cualquier cosa que genere admiración puede ser una fuente de espiritualidad. La ciencia lo hace en abundancia”.

También hay formas maravillosas de nutrir el espíritu  a través de las diferentes manifestaciones del arte: la literatura, la pintura,  las grandes obras de arquitectura, la música,  que nos hacen vibrar hasta la última fibra de nuestro ser y hasta llorar de emoción. Y también es alimento para el alma  conectarse de verdad con los seres amados, reír a carcajadas sin resquemores, apreciar la belleza infinita de momentos épicos que nos brinda la naturaleza,  valorar y respetar todas las formas de vida.

En últimas sea cual sea la expresión de espiritualidad de cada quien, quizás una de las premisas más importantes debería ser la coherencia. Entre la palabra y el proceder debe existir coherencia. No tiene sentido manejar un discurso, por ejemplo, homofóbico mientras ante los ojos del mundo se develan por millones los casos de pederastia, o de votos de pobreza en medio de la opulencia, de humildad en medio de la arrogancia,  de amor al prójimo en medio del egocentrismo y de amor y respeto para toda la vida  en medio de  centenares de casos de violencia intrafamiliar y sexual.

¿ Será quizás que todo esto ocurre en razón del adagio que invoca que “el que peca y reza empata” ?  No en vano como lo narró el historiador y escritor colombiano Fernando Vallejo, los sicarios se encomiendan a la virgen para que les de la puntería que necesitan. Mientras con una mano se persignan con la otra le apuntan al corazón de su víctima.

La coherencia es un buen tema de reflexión por estos días post-santos y aprovechando el aislamiento que por lo menos en apariencia está despertando tantos buenos sentimientos.

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