Estigmatización, la lepra de la sociedad en medio de la emergencia por coronavirus #Editorial7días

La lepra ha sido tomada por muchos como el símbolo de la estigmatización. Una terrible enfermedad que tiene más de 4.000 años y que durante mucho tiempo fue identificada como ese mal que le llegaba a quienes hablaban mal de prójimo. Sí, se creía que era un castigo divino por calumniar, claro que hoy suena absurda la explicación de su contagio, pero es aún más absurda la reacción que se está adaptando en contra de quienes se contagian no de lepra, sino del COVID-19.

Hoy, el hablar mal de la gente se convirtió en la lepra de quienes injustamente están siendo sometidos al escarnio público por haber dado positivo en la prueba de coronavirus. No se les cae la piel podrida, como ocurría con los leprosos, pero lo peor que le puede pasar a una persona y su familia en este momento no es ni siquiera tener los síntomas del COVID-19 (son similares a los de una fuerte gripa), tampoco lo es que le confirmen ser portador del virus, lo peor que le puede suceder es que los vecinos se enteren.

Uno de los primeros casos denunciados por Boyacá Sie7e Días se dio hace cerca de 15 días, cuando una joven tunjana decidió contar la tortura a la que estaba siendo sometida, solo por haber dado aviso a su EPS de los síntomas que presentaba. Al final la prueba salió negativa, pero, igual, el daño por parte de los vecinos de esta joven ya estaba hecho. Un caso similar ha ocurrido con la mujer de Santana que dio positivo y con la familia del anciano de Tunja que murió hace unos días.

Hasta el alcalde de Togüí tuvo que salir a implorar por el calvario en que se le convirtió a esta localidad el tener a 8 de los 19 contagiados por coronavirus en Boyacá. Con toda razón el mandatario reclama contra sus vecinos y la sociedad en general porque ya se les acaban los alimentos y nadie quiere llegar a abastecer a este municipio vecino de Moniquirá, disque por el temor a infectarse, cuando realmente los infectados son de una misma familia que estuvo en la costa de paseo, que resultaron contagiados y que están aislados en una casa.

Ha reclamado el burgomaestre por la doble moral de la gente, ya que se trata de un virus que se convirtió en pandemia mundial y que puede estar precisamente en la calle, el supermercado, la casa de al lado, e inclusive en nuestra misma casa: “no hay que viajar hasta Togüí para infestarse”.

A todo esto, se suma el trato discriminatorio que ha venido siendo denunciado por los mismos trabajadores de la salud, esos a los que aplaudimos desde la ventana, esos que están salvando vidas, esos que podrían terminar salvándonos la vida, pero esos a los que estamos estigmatizando de forma injusta precisamente por su labor de salvar vidas.

Dejemos de condenar al ostracismo, de devaluar y rechazar a quienes presentan los síntomas y han sido identificados como portadores. Claro, no se trata de ir a tomar tinto a la casa de una familia contagiada o a tertuliar en la sala con aquellos que han sido diagnosticados con el virus, pero la pregunta es: ¿cómo espera que lo traten a usted y a los suyos cuando el virus llegue a su hogar?

¿Lo ve muy remoto, lo cree imposible?, claro, seguramente usted y los suyos son inmunes.

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