¿Un elefante blanco?

En la invitación a la inauguración de la terminal de transportes de Tunja, enviadas por la Gobernación, dice que se trata de un ‘elefante blanco’ rescatado por la administración departamental.

La construcción de esa obra fue adjudicada en el primer trimestre del 2015 por el gobierno de Juan Carlos Granados y cuando Amaya asumió la Gobernación, en enero del 2016, el contrato llevaba nueve meses de ejecución.

Quienes desde el periodismo hicimos seguimiento en torno a todo lo ocurrido con ese proyecto sabemos, y así quedó registrado en las páginas de Boyacá Sie7e Días, que si la obra no comenzó antes fue por las trabas que puso el alcalde verde de ese entonces.

Es necesario remitirse al significado de ‘elefante blanco’ para revisar si esa obra si se ajusta a ese concepto. Elefantes blancos, dice Google, son construcciones gigantescas, enormemente caras e inútiles.

Si la terminal es una obra inútil, el Gobierno de Amaya podría no haberla continuado, pero los boyacenses sabemos que se trata de un proyecto estratégico para la integración regional.

Si se trataba de una obra cara, ¿por qué el Gobierno de Amaya autorizó varias adiciones presupuestales?

Si el contratista no era el más idóneo, ¿por qué posteriormente Amaya contrató con él las obras del Parque Agroalimentario?

Es entendible que Amaya en su campaña presidencial quiera mostrar resultados para cautivar votos, pero podría tener la elegancia de reconocer que la terminal fue proyectada y planeada por Granados; que fue Granados quien compró el lote donde se construyó; que fue Granados quien diseñó la terminal y que la obra siempre tendrá el sello de Granados, de la misma manera que el viaducto, que concluyó e inauguró José Rozo, es una obra de Jorge Londoño.

La nueva terminal, que se inaugura el lunes, ha sido reconocida por Planeación Nacional como ‘regalías mejor invertidas’ y, por supuesto, Amaya tiene su mérito, porque la continuó y concluyó pero, muy a su pesar, esa obra nunca será suya.