Debate sobre los debates

Con el paso de los días, la agenda de los candidatos se hace cada vez más estrecha, las ocupaciones apremian, las citas se cruzan, las comidas se embolatan y las obligaciones familiares resultan en el refrigerador.

El día no alcanza para tanta cita, que termina convirtiéndose en la mayoría de casos en una obligación. ¡Claro! muchos dirán: ¿y si no se sentían capaces, quién los mandó a meterse en eso? Puede que sean muy capaces, pero el tiempo es inclemente y los imprevistos, y el retraso en el comienzo del evento causan estragos a medida que avanza el día y para completar, la invitación se convierte casi que, en una citación obligatoria al foro, conversatorio o debate, so pena de ser sometido al escarnio público.

Gremios, entidades, organizaciones, grupos significativos, medios de comunicación, congregaciones religiosas, entes estatales e instituciones educativas, nos sentimos con el derecho de citar y emplazar a los candidatos como si estos estuvieran sentados frente a su celular (al mejor estilo de un chofer de Uber), esperando a ver si a alguien se le ocurre ‘requerirlos’.

Pongámonos en el lugar de uno de estos candidatos: cancela su agenda de la mañana o de la tarde que incluía reuniones con empresarios, líderes y comunidades, para ir a un auditorio a que le hagan las mismas preguntas, a que traten de comprometerlo directamente con voluntad política y, lo más importante, presupuestos en favor de la organización que tuvo la gentileza de invitarlos. ¿Usted lo haría?