La historia de Karen, una ‘niñera’ boyacense en Estados Unidos

Karen es una joven paipana, que desde muy pequeña sobresalió por sus aptitudes musicales y académicas. Se graduó como bachiller de una prestigiosa institución educativa del departamento y emprendió su rumbo hacia Santander, donde consiguió, en una universidad pública, el título de Ingeniera Química.

Karen nació en Paipa, donde vivió hasta que se fue a estudiar Ingeniería Química en Bucaramanga.

En los últimos meses de su carrera, recibió por diferentes medios la invitación a conocer sobre aquello de ser ‘au pair’: los que viajan al exterior a trabajar cuidando niños, mientras tienen la posibilidad de estudiar.

En un principio, a Karen no llamó la atención la idea, pero luego pensó que podría ser una buena oportunidad para salir de su ‘zona de confort’ y adquirir nuevas experiencias. Lo consultó con sus padres, y luego de evaluar todas las opciones, encontraron en Tunja una sede de la agencia que la podría llevar a cumplir sus sueños.

Todos los trámites los hizo en Boyacá. Asesorías, entrevistas, papeles, y cuando ya estuvo todo listo; pasaporte, visa, licencia de conducción y familia elegida, arrancó para Bogotá, al Aeropuerto El Dorado, con destino Atlanta, su primera conexión.

Karen viajó junto a otras 12 niñas colombianas que iban tras el mismo sueño, todas de diferentes partes del país, que se conocieron el día de su encuentro en el Aeropuerto, luego de haberse contactado a través de whatsapp.

Llegaron a Atlanta, donde tuvo su primer ‘encuentro con el mundo’. Un aeropuerto tan grande que debían transportarse en tren de un lado a otro, gente de todas partes, instalaciones enormes. De allí partieron hacia Nueva York, donde debían permanecer una semana en inducción.

Además de las clases de primeros auxilios, recomendaciones de seguridad y otros aspectos importantes que las nuevas ‘niñeras’ debían conocer, tuvieron espacios de reconocimiento de las culturas de donde cada una provenía. Cuenta Karen que probó dulces de muchas partes del mundo: España, África, Argentina, y a la vez compartió con ellos varias golosinas boyacenses, incluyendo el bocadillo combinado de Moniquirá.

Conocer el Time Square, la Quinta Avenida y los edificios más representativos de Nueva York fue para Karen el comienzo de un sueño hecho realidad.

Una boyacense en Denver, Colorado

Karen relata su llegada a Denver con una gran sonrisa. Habla del encuentro con su ‘Host mom’ o mamá anfitriona, como si se conocieran de hace tiempo, por la emoción con la que ambas se abrazaron al conocerse.

Cuenta que, en el recorrido del aeropuerto a su nueva casa, no paraba de mirar por la ventana, y reconoció en el paisaje que veía algo muy similar a su tierra Boyacá: las montañas, muchas montañas con un verde diferente al boyacense, pero que la hizo sentirse como en casa.

Aún, y con la buena suerte que corrió Karen de encontrar una excelente familia anfitriona, dice que extrañó como nada el Concurso Nacional de Bandas en Paipa, pues llevaba ocho años consecutivos tocando en ese evento (ella es saxofonista). De igual manera con el Aguinaldo Paipano y Boyacense, el encuentro imperdible con los amigos.

Karen entabló una buena relación no sólo con la mamá anfitriona, sino con los pequeños que debía cuidar. Les enseñó español, y por supuesto las expresiones propias de Boyacá, el sumercé no podía faltar. Jugaba con ellos, los llevaba a la escuela, atendía la casa, le pagaban bien, y con ese dinero aprovechaba para salir con sus amigas a ‘comerse el mundo’.

Por primera vez, Karen se dio cuenta que la amabilidad, las atenciones con los demás, y el sentido de pertenencia por la familia son características inconfundibles de los boyacenses. Ella y otra compañera Tunjana, tuvieron buena acogida en sus nuevas familias gracias a los valores adquiridos en esta tierra.

No todas corren con la misma suerte

Para nadie es un secreto que no a todos los que viajan en busca de hacer realidad sus sueños, en otro país, les va bien. Es el caso de una de las compañeras de Karen, quien ni siquiera completó el año en el exterior. A ella su familia anfitriona prácticamente la echó de la casa, a su suerte, porque no quiso soportar más el maltrato de uno de los niños, que padecía ataques de ira.

Karen abogó por su amiga para que pudiera quedarse con ella, en su casa anfitriona, mientras los padres de la chica llegaban a recogerla. A otras compañeras las atendían por algo que le llaman ‘homesick’, o ‘enfermedad de la casa’, que es la nostalgia que hace que los au pair se descompensen físicamente por la tristeza, la falta de sus padres, el cambio de cultura, etc.

Afortunadamente Karen no sufrió de ‘Homesick’, y al contrario, gracias a la tecnología, mantuvo una constante y muy buena comunicación con su familia. La mamá anfitriona solía agradecerles a los papás de Karen por haberles prestado a su hija para que hiciera parte de su familia durante ese tiempo.

En Estados Unidos, ella tuvo la oportunidad de aprender no sólo inglés, sino muchos aspectos de la cultura americana, a la vez que le entregó a todas las personas que conoció, un pedacito de Boyacá.

“El dinero va viene, las experiencias y el tiempo no”

Karen se fue con 22 años y regresó con 24. Estudió inglés y conoció gran parte de Colorado y Estados Unidos. Hubo gente que la juzgó por gastar el dinero que ganaba en viajes y paseos con sus amigas. Ante eso ella responde que “el dinero va y viene, pero las experiencias y el tiempo no”, y que, por ello, planea no dejar de conocer y viajar mientras pueda.

Actualmente se encuentra de nuevo en Paipa, en casa de sus padres, planeando comenzar sus estudios de posgrado, para, en un futuro, llevar sus conocimientos a todo el mundo, teniendo por delante la bandera de Boyacá en sus manos.

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