Gilberto Ávila, el centinela de la historia en la tierra de Boyacá

Desde que supo leer y escribir entendió que su misión en la vida era aprender para enseñar.

Con la misma fuerza y compromiso que el labriego empuña el azadón, Gilberto Ávila Monguí aprendió a tomar el papel y la pluma como sus herramientas para cultivar conocimiento.

Cuando apenas alcanzaba los diez años de edad, sin saberlo, empezó a dar clases magistrales a los obreros que cosechaban la tierra en su natal Chivatá, en la finca de su papá, don Agapito Ávila. “Yo nací siendo maestro.

Ellos me decían: patrón, enséñenos lo que sabe y yo les hacía las clases. Me sentía muy feliz.”, explicó.

Sus primeros años de primaria los hizo en la Escuela Urbana de Chivatá; luego, por razones de fuerza mayor, se trasladó a Tunja y terminó esa primera etapa de sus estudios en la Escuela Anexa de Tunja.

“Cuando tenía 10 años quedé huérfano de padre, ahí le tocó sola a mi mamá, María del Carmen Monguí Becerra, sacarnos adelante, éramos cinco hermanos”, afirmó Ávila. Con el apoyo de familiares y amigos cercanos a la casa, él y todos sus hermanos lograron culminar sus estudios.

En 1953, Gilberto se graduó de bachiller de la Normal Superior de Varones de Tunja, para entonces vivía en casa de la familia Espinoza. “En octubre de ese año, la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia abrió su sede en donde funcionaba el centro de la Normal de Varones”, explicó el historiador.

La llegada de la institución de educación superior le permitió a Gilberto apegarse más a la academia, por eso, en el año 1954, presentó exámenes para estudiar Filología e Idiomas, obteniendo el título de licenciado en el año 1957, tras cursar toda la carrera becado por sus altos promedios. “Soy una hechura del gobierno”, expresó.

Sobre su aporte a la historia

Durante sus más de 80 años de vida, Gilberto Ávila se ha dedicado a promover la conservación de los hechos históricos a través de la literatura.

Sus obras son recuentos de acontecimientos reales, recogidos en el tiempo y narrados a través de poemas, novelas, ensayos y diferentes artículos que hoy son tomados como referentes en las clases de literatura e historia de colegios y universidades.

Además, su narrativa oral es valorada como invaluable por conservar la importancia del conocimiento que guarda en su memoria como un fino tesoro que suele compartir con quienes tienen el privilegio de escucharlo.

“Considero que la lengua es la que permite descubrir las verdades y es la historia la que da curso a la vida. Qué sería de nosotros si no tuviésemos acceso al conocimiento”, expresó.