María Julia Figueredo, una mujer justa y de armas tomar

Orgullosamente boyacense, nacida en Soatá y criada en Boavita, la magistrada del Tribunal Administrativo de Boyacá, María Julia Figueredo Vivas, ha dedicado su vida a defender los derechos humanos y, en especial, a proteger el campo.

La Magistrada ha logrado desempeñarse como esposa, madre, jurista y docente dejando en cada aspecto un resultado intachable y memorable.

Su compromiso para con los asuntos sociales y la tierra se derivó del ejemplo y orientación de sus padres, doña María de Jesús Vivas y don Pedro Elías Figueredo Escamilla, junto a quienes creció en compañía de sus diez hermanos. “Soy hija de dos campesinos trabajadores que vivieron de su labor y con su autonomía sacaron el hogar adelante”, expresó María Julia Figueredo.

Hablar de su familia es recordar los buenos tiempos de casa, del colegio, de los amigos del pueblo, pero, también, de traer a memoria los momentos difíciles que la llevaron a buscar la manera de hacer valer los derechos. “Mi familia tuvo que renunciar al campo porque le quitaron sus tierras. Yo no comprendía por qué pasaban cosas como esas y desde entonces, nació en mí una profunda necesidad por encontrar respuestas que llevaran a las cosas justas”, explicó.

Ese sentimiento se fue afianzando en el colegio Nuestra Señora del Rosario de Boavita, integrado con La Salle, donde hizo la primaria y en el Instituto Técnico Integrado Departamental Mariscal Sucre de donde se graduó de bachiller en 1980.

“El haber estudiado con los padres lasallistas y mediante las clases de filosofía, me generó inquietudes de reflexión en cuanto a las críticas sociales y el tema de las oportunidades, la dignidad de las personas, la dignidad de las comunidades”, explicó.

Motivada por el interés de las causas sociales, María Figueredo se desplazó a Bogotá para estudiar derecho en la Universidad la Gran Colombia. En 1981 ocurrió uno de los hechos más trascendentales de su vida. “En ese momento tenía 17 años. Ese año mi papá murió cuando yo hacía primer semestre de universidad. Murió en mis brazos”, refirió.

El fuerte golpe fue, sin embargo, una de sus grandes motivaciones para destacarse en sus estudios pues con la muerte de su papá, su mamá, doña María de Jesús, tuvo que echarse al hombro el futuro de ella y de sus hermanos. “El esfuerzo de mi mamá ha sido mi mayor legado. Ella me enseñó a superar las dificultades”, afirmó.

Con los ojos puestos en ser un soporte para su casa, María Figueredo se concentró en ser la mejor en sus estudios de derecho. Fue así que consiguió titularse como abogada en el año 1987 siendo eximida de los exámenes preparatorios. “Esas experiencias difíciles arrecian el carácter, curten la piel y traen dos caminos: la persona se abandona y se hecha a la pena o, ve en la adversidad, una oportunidad de crecer y hacer resiliencia”, afirmó.

Sus resultados y amplios conocimientos de las leyes colombianas fueron la puerta para acceder de inmediato a la rama judicial del país. Su primer cargo fue como Juez Promiscuo del municipio de Lenguazaque (Cundinamarca). Entre 1887 y 2002 se desempeñó como juez en Pore (Casanare) y en Boyacá, en Tópaga, Paipa, Soatá, Firavitoba, Paipa y Duitama.

También fue Juez de Instrucción Criminal Ambulante. En este periodo de tiempo conoció a su esposo, el también magistrado José María Rojas Rincón, con quien tuvo a su único hijo de sangre, llamado también José María, en honor a su padre.

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