Doña Matilde, una pescana de 104 años de vida y 84 de madre habla sobre su vida

Con más de un siglo de existencia, doña Matilde Cuervo de Avendaño sigue sonriéndole a la vida, feliz porque tuvo un esposo amoroso, unos hijos consentidores y mucha paz.

Esta matrona nació el 12 de noviembre de 1914 en el municipio de Pesca. Tiene excelente memoria y todavía se vale por sí misma para su cuidado personal. Vive con su hija Mercedes.

Nació a comienzos del siglo pasado en el municipio de Pesca y a pesar de sus 104 años cumplidos, mantiene recuerdos de su infancia y de su juventud. Dice que su larga vida se debe al buen entendimiento que tuvo con su esposo, Noé Avendaño Leguizamón (ya fallecido), a una buena alimentación y a las actividades sanas del campo.

Con sus padres vivió hasta los 18 años, cuando se casó con el hombre con el que siempre llevó una relación de amor y respeto. “Mi vida de mi matrimonio fue muy divina. Nuestro señor nos dio ocho hijos, de los cuales dos están muertos y quedan seis: cinco mujeres y un hombre”, cuenta doña Matilde.

Recién casados se dedicaron a comercializar tejidos de lana de oveja y posteriormente su labor económica fue la agricultura. A siete de sus hijos los tuvo en el campo, con el apoyo de parteras. Su labor de madre la combinó con el de ama de casa y con los trabajos en los cultivos y en el cuidado de ganado. “A mis hijos los ayudaron a nacer unas viejitas que ay Dios mío. Siete nacieron en la vereda Nocuatá y una de mis hijas, en el pueblo, en Pesca”, recuerda. En su memoria afloran imágenes de cuando era niña y acompañaba a su padre a vender papa, haba y trigo en el mercado de Sogamoso, que -comenta- era en la Plazuela del Cristo. Dice que en ese tiempo abundaba la comida y que el dinero rendía, no como sucede actualmente.

Hasta hace poco estuvo pendiente de los cultivos y del ganado en Pesca, pero hace siete años se trasladó a Sogamoso a vivir con su hija Mercedes, quien ha estado pendiente de Ella hace cerca de 30 años. Afirma que la alimentación de antes era muy buena y saludable, como los mutes de cebada, los cuchucos de trigo y las habas verdes, que tanto añora. “Eso era mucha belleza: esa papa tan sana, esas habas, esas arvejas, las cuibas. Era que sembraba esa gente comida mi Dios santísimo, y todo tan sanito, tan lindo”, dice doña Matilde.

Recalca que la comida de ese entonces no tenía fumigos ni abonos químicos, por eso la gente no se enfermaba como ahora. Y quien mejor para afirmar eso que Ella, que con más de un siglo a cuestas ha sobrevivido a tres cirugías: una en la cabeza y dos en las piernas. En su conversación no hay quejas ni lamentos, únicamente una gratitud infinita con Dios por la vida que le ha dado. “La alimentación para uno fue divina, muy linda. Mis hijos alcanzaron a comer de esa alimentación. Eran comidas buenas”, relata esta mujer centenaria.

Esta matrona tiene 32 nietos, 47 bisnietos, 17 tataranietos y un trastataranieto en gestación. Hace cerca de dos meses que no va a su finca en Pesca y extraña el campo, pero por achaques en su salud debe guardar reposo. Ella que toda la vida estuvo acostumbrada a trabajar, dice, entre risas, que ahora solo duerme y come.

Los médicos se asombran de su condición, pues a excepción de algunos malestares propios de su edad, su organismo funciona bien, tiene excelente memoria y todavía se vale por sí misma para su cuidado personal. “Lo que me den como: carne, pescado, pollo, arroz, papa, verduras. Ojalá me dieran habitas verdes”, manifiesta. En su memoria y en su corazón siempre está su esposo, a quien llama su novio o Noecito. Recuerda el nombre de todos sus hijos y dónde se encuentran.

En la casa de su hija Mercedes, en el barrio Santa Helena de Sogamoso, revive los momentos que vivió con sus padres y con su esposo en Pesca, y a diario reza el rosario con mucha fe.