Qué dice: ¿boyaco o boyacense?

Los gentilicios se usan para referirse a los habitantes de cierta región o país, eso quiere decir que una persona nacida en Colombia es colombiana y si es nacida en la capital se le dice bogotana.

El boyacense es ese hijo de esta tierra que desde muy temprano se levanta a adelantar sus labores, sin importar en qué y siempre con amor.

Estos adjetivos dan cuenta entonces de la procedencia geográfica de un individuo y como todo adjetivo, describe a un sustantivo, aun cuando en muchos casos éste se omite. El gentilicio recrea fácilmente las zonas, regiones o las naciones por cuanto todas tienen su propia denominación.

La procedencia geográfica puede ser entonces una categoría tan vasta como un continente, una provincia o una ciudad porque el gentilicio más empleado es el de país, tal vez por su asociación directa con la ciudadanía de las personas. Las investigaciones hechas acerca de este interesante tema dan cuenta que “cuando los sustantivos terminan en una vocal, se utiliza la terminación ‘ano’ o ‘ino’ para indicar el gentilicio, mientras que cuando el sustantivo termina en ‘land’, ‘landia’ o ‘landa’, simplemente se agrega la terminación ‘és’, por ejemplo: italiano y cuando el sustantivo termina en una consonante como “d” o “l”, entonces se agregar la letra “Í”, aunque otras veces se arma el gentilicio a través de la terminación ‘eño’ o ‘ero’. Por ejemplo: «brasileño”

Dicho esto, al nativo del departamento de Boyacá se le denomina boyacense y no boyaco porque se considera como muestra fehaciente de ignorancia, además de discriminatorio y despectivo. Es como si calificáramos de gallego al español o de yanqui al estadounidense, término éste muy usado últimamente por Nicolás Maduro para referirse, con rabia y agresividad, a los nacidos en los Estados Unidos.

A los procedentes en el Valle del Cauca, por ejemplo, les disgusta que se les llame vallunos y aseguran que el único valluno es el tamal porque ellos son va llecaucanos, término o gentilicio del que se sienten orgullosos y plenamente identificados. Sin embargo, estos términos derivados de los mencionados adjetivos no están consagrados en la ley, ni hacen parte de los códigos, sino, por el contrario, de las tradiciones populares y de esas costumbres que se van afianzando entre las comunidades con el correr de los años y que luego se convierten en verdades, porque son adoptadas por los pueblos como impronta de su sumario identitario.

Se puede decir que hacen parte de esas manifestaciones culturales que expresan la variedad étnica, religiosa, de costumbres, tradiciones y formas de vida, así como de su riqueza natural y la diversidad de climas, geografías y paisajes, entre muchos otros factores.

Entonces, llamemos las cosas por su nombre: al de Tunja, tunjano; al de Guayatá, guayatuno; al nacido en Chiquinquira, chiquinquireño; al oriundo de Sogamoso, sogamoseño; al de Duitama, duitamense, así como al nacido en Paipa se le llama paipano. Y aunque resulte un poco difícil, al de Firavitoba, firavitobense; al de Chitaraque, chitaraqueño; al de Nuevo Colón, nuevocolonense; al de Busbanzá, busbanzeño; el de Campohermoso, campohermosano; al de Paz de Río, paseño y al nacido en San José de Pare, pareño, o al de Pajarito, pajariteño.

Por consiguiente, decirle boyaco al boyacense es entonces como si al nacido México le dijéramos chilango; llamar kurepa al argentino; corroncho al costeño, al estadounidense, gringo, o creer que como dicen algunos campesinos, a modo de reclamo: “porque uso ruana mi mama es una oveja”.