“Se sabía que la paz de Santos era una farsa. Enfrentar el mar de coca, minería ilegal y corrupción que dejó Santos es un tremendo reto para el Presidente Duque”.
“He recibido 10 mil insultos por este tuit. Me reafirmo. La unidad de Colombia debe ser en torno a la dolorosa realidad: estamos inundados de narcotráfico y minería ilegal, y su derrota es con firmeza y sin impunidad”
Estos dos tuits de Jerónimo Uribe, uno de los hijos del expresidente y ahora senador Álvaro Uribe Vélez, para referirse al demencial atentado terrorista de ayer en la escuela de oficiales de la Policía en Bogotá, sirven para resumir lo polarizado que se encuentra el país y el radicalismo, e inclusive el oportunismo de algunos que se consideran figuras públicas, sin importarles el dolor de las familias o de los afectados.
Pero este solo es un ejemplo de cientos de trinos en los que sin importarles el dolor o la gravedad del asunto salen a tratar de inyectar su respectiva dosis de odio, de mezquindad, de ‘malaleche’.
El problema es que este tipo de personajes y posturas abundan no solo en lo nacional, sino en lo regional y en lo local, y por estos días cuando ya se comienzan a escuchar las primeras escaramuzas de las precampañas políticas de quienes aspiran a llegar a gobernar el departamento y los 123 municipios a como dé el lugar, sin importar a quién o a quiénes se tengan que llevar por delante. ¡Qué vergüenza!