Cultura Bicentenaria, ¿espuma?

Francisco Helí Ramírez, Docente Universitario

El Bicentenario es una oportunidad para reafirmar la identidad como boyacenses, más allá de que los recursos anunciados vuelvan la conmemoración campo de batalla política.

Las celebraciones deben reafirmar el grito de paz y autonomía nacionales. La independencia fue victoriosa batalla y acto popular masivo de liberación, remate de un proceso político de rechazo a la identidad española, un acto valiente de llaneros, criollos, indígenas, negros esclavos y mestizos, en búsqueda de una identidad perdida; sin cadenas fue la posibilidad de buscar una nueva identidad propia, mestiza, en un contexto de libertad, lejos de un escenario donde las armas y la ostentación del poder de los ejércitos intimide y subyugue a la población.

Es oportunidad para recuperar y destacar la identidad pacifista, laboriosa, creativa y alegre de los boyacenses. Identidad es el sentido del diario vivir de un pueblo. ¿Qué sabemos de ello, hasta dónde nos reconocemos, como no sea con los mismos símbolos de la colonia?

Las metrópolis, una vez perdido el gobierno de sus territorios colonizados, se preocuparon por reafirmar su predominio sosteniendo su cultura como expresión viva de su permanencia, profundizando el proceso de desnaturalización iniciado con las conquistas.

Revisemos el conjunto de piezas monumentales instaladas en el Campo de Puente Boyacá, con mitos y símbolos de la antigua Grecia, Roma o París. Lógico, con el sincretismo necesario.

Hacer y rehacer nuestra identidad arañando en las raíces de nuestro pueblo e historia, los motivos para iniciar la construcción de monumentos que sean memoria autóctona como símbolos de nuestro ser. Y la validación de un nuevo discurso de paz y convivencia, emancipación y desarrollo. ¿O seremos la generación perdida, sin dejar rastro de nuestro andar?