Las leyendas más tenebrosas de Tunja

Historiadores y narradores populares de Tunja, han contado por años las historias de espantos, mitos y leyendas que se tejen alrededor de esta ciudad, capital de Boyacá y cuna de la libertad.

El Claustro de San Agustín, en Tunja, es uno de los lugares de donde más historias han salido. Foto: Luis Lizarazo.

Según la tradición oral de la región, en las casas y calles tunjanas ocurrieron un gran número de sucesos históricos que con el paso del tiempo se convirtieron en cuentos y fábulas de terror.

Se habla, por ejemplo, del Farol de Las Nieves, que se desarrolló según cuentan, en la calle 21 con carrera novena. Dicen que el Farol salía de la Iglesia de las Nieves, suspendido en el aire a una altura de diez metros en busca de la plaza principal. Esta historia está relacionada con la leyenda de una joven que recibió el castigo de su padre por querer casarse a escondidas.

El Perro de San Francisco es otro de los mitos que por años se han contado en la capital boyacense. En el Parque de San Francisco, frente al templo, existía la estatua de un perro con cadenas hecho en piedra, en homenaje a un animal que solían sacar los franciscanos en ese lugar. Cuentan que, en altas horas de la noche, veían al perro de San Francisco arrastrando sus cadenas, con ojos luminosos y terribles ladridos. Según las tradiciones al perro le gustaba entrar a las casas en donde se quedaban los portones abiertos o estacionarse donde alguien iba a morir.

En ese mismo lugar se ubica la leyenda del Toque de las Ánimas. En el libro ‘Ambiente Tunjano’ la autora Rosa María Otálora reseña que durante 79 años no se escuchó el toque de las ánimas, por el miedo que causaba un fantasma. Era un sacerdote misterioso salía en las madrugadas con casulla y vaso a decir misa. El silencio terminó hasta que uno de ellos se atrevió a ir, descubriendo que se trataba de un alma en pena que solicitaba oraciones para su salvación.

Entre los relatos más impresionantes de la leyenda local está el del Espanto del Panóptico. Cuentan que desde comienzos del Siglo XIX la tranquilidad del pueblo tunjano estuvo alterada por las apariciones del monje, al punto que, según relatan, en 1912 el obispo Benigno Perilla debió efectuar un exorcismo.

El Claustro de San Agustín, en Tunja, es uno de los lugares que más historias alberga. Fue convento en 1578 y luego de que en 1821 se ordenara el cierre de todos los conventos del país con menos de ocho religiosos, la edificación fue utilizada como hospital. En 1860 el gobierno ordenó que se abriera una penitenciaría en este lugar, que durante casi 100 años fue una de las más famosas por su severidad. Allí pagaron condenas el Doctor Matallana, el hombre fiera, de quien se dice comía animales vivos, Jaime Arias, alias El Vampiro, entre otros. En 1960 el claustro fue abandonado y 20 años después fue restaurado.

Las historias podrían continuar sin fin. Se habla de la leyenda de Inés de Hinojosa y la calle del árbol, del Judío Herrante, del Pozo de Hunza Húa y más. Ciertas o falsas estas historias, hacen parte de la riqueza de la tradición oral boyacense, que gracias a la academia y el regionalismo se mantendrán en el tiempo.